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Kains Citadel

Beroola 58D, 8609

―Me he estado preguntando si aún has estado tomando ese líquido que preparas. ―inquirió Elaine sutilmente.

― ¿Mi medicina?, sí... ―respondió Louvel, mirándola con disgusto y arrugando el entrecejo― ¿Por qué de pronto lo preguntas?

―Quería asegurarme. ―replicó.

La felicidad por verla se había esfumado y levantó una ceja ofendido.

― ¿Qué estás insinuando? Si hay algo que quieras decir, hazlo, te escucho fuerte y claro.

Elaine tenía mala cara. No dijo nada. Se cruzó de brazos y le dio la espalda para deambular por la estancia a pasos cortos, pensando.

Louvel, consiente de su arrebato, se suavizó y dio por sentado que discutir no era lo mejor; sin embargo, la tensión era evidente. Se estaba acercando a ella para tomar su hombro y hacerla girar en torno a él cuando se mostró en su cuello una cosa pequeña, escamosa y de monstruosa dentadura. 

Louvel de la impresión lo envió al suelo de un revés. Aquella cosa era tan dura y tosca como una piedra, se lastimó la mano y la agitó del dolor.

― ¡Ramses! ―le reprendió, y lo recogió diciendo en un susurro―: No debes hacer eso... No, no me hará daño. Por supuesto que no.

― ¡¿Qué diablos?! ―exclamó él―... No sabía que ahora tenías de guardaespaldas un lagarto salvaje.

― ¿Guardaespaldas? ―cuestionó incrédula.

Elaine soltó una carcajada burlona, y respondió:

―No es un lagarto... ―Luego, dirigiéndose al dragón dijo―: Quédate ahí.

Ramses se subió a la cama y desde ahí no apartaba sus ojos de Louvel, quien al ver su atrevimiento alzó la cejas.

―De acuerdo... ―Louvel no pudo contener la risa.

<< Ese monstruito está adiestrado >> pensó con gracia.

Ella lo miró, casi hipnotizada; su larga cabellera plateada y su amplia sonrisa. La diversión que él mostró, causo un verdadero descontrol dentro de ella. Por instantes olvidó lo que estaba haciendo o lo que iba a decir. Tenía el corazón vuelto loco y los pensamientos giraban en torno a una sola cosa: Lo amaba. 

Pero pronto, una avalancha de amargura se llevó todos esos pensamientos. El enojo volvió. Se aclaró la garganta, y frunciendo el ceño le dijo:

―Es la última vez que te lo pregunto, ¿de qué está hecha esa medicina, Louvel?

―Sabes que no... ―había empezado a decir.

― ¡No es curiosidad! Es que... ―titubeó, aunque no lo suficiente.

― ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan preocupada?

Elaine resopló mientras pensaba:

<< No le va a sentar bien, pero si no le digo y luego envían a un inspector... puede parecer culpable de todo este desastre. No, no, no. Debo calmarme y pensar claramente. Aún no le he preguntado, e incluso sigue siendo una posibilidad y no un hecho. Puede que no sea eso. Puede que todo haya sido obra de Grim. >>

― ¿Recuerdas que en la última de tus cartas me dijiste que estabas angustiado...? Dijiste que se había extraviado tu medicina. Tuviste que hacerla de nuevo y te castigaron por haber llegado tarde.

Alma castigada - Hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora