De un momento a otro, sin decir nada, todos comenzaron a colocarse unas mascaras de oxigeno hechas de un metal muy liviano. Les cubría todo el rostro y siseaban tras cada respiración.
Jerom se agachó para colocarle la mascara a Munet, y fue en ese momento que ella dijo:
―Eres un bastardo sin corazón ―murmuró en Benezí, con una mirada filosa y una voz tajante―, me las vas a pagar.
Su amenaza cargaba un veneno mortal. No era para alertarlo de su ira, era una promesa.
De repente recibió un golpe de Hanzel, uno brutal. Le dio con la rodilla de lleno en el rostro. Munet se dejó caer adolorida, la sostuvo Samkoc al mismo tiempo que contemplaba con curiosidad la disputa.
―Corta esa estupidez ahí. No sé cómo en tu cabeza cabe la posibilidad de que puedas lastimarlo. Jamás vas a cobrar venganza, y si lo intentas, seré yo quien se terminará vengando... Te lo advierto, no actúes como una perra rabiosa... ―le espetó Hanzel a Munet mientras la veía gemir y retorcerse de dolor― Sé lista y contrólate, niña bonita. Te juro que puedo cortarte el cuello aquí mismo si me colmas la paciencia. No estoy de humor.
―No merece que lo defiendas tanto, Hanzel ―refutó Yever con voz cansada―. De no ser por Mcfining... todo el grupo estaría sometido por el imperio, o peor, muertos. Un error como este no tiene perdón. Y yo... me estoy cuestionando como pudo convencerme.
Los ojos de Yever se encontraron con los de Jerom, había una clase de guerra brutal y silenciosa batiéndose entre ellos.
Hanzel se inclinó y haló a Munet por el abrigo hasta ponerla sobre sus rodillas nuevamente. Ella estaba cabizbaja, por lo que Jerom se inclinó todavía más para ponerle la mascara. Cuando le alzó el mentón con los dedos y la vio a los ojos, también pudo ver que tenía roto el labio y los dientes manchados de sangre.
Munet separó lentamente los labios, su aliento apestaba a hierro, y con voz ronca le dijo:
―Espero que un día te tragues las sucias mentiras que me dijiste, y que ese día... yo esté viendo tu maldito rostro cuando descubras el asqueroso sabor que tienen... ―en cuanto terminó le escupió a la cara toda la saliva ensangrentada que tenía en la boca.
Jerom permaneció inmóvil, perplejo y asqueado. Tenía los ojos cerrados, percibía el repulsivo olor del escupitajo que le iba desde el puente de la nariz hasta la mejilla. Sentía como se deslizaba con insufrible lentitud. Tenía los labios apretados, y al abrir los ojos, ambos se miraron fijamente con el furor del fuego, crueles y con rencor. Sin piedad alguna, le estampó la mascara en el rostro. Munet chilló de dolor cuando la mascara hizo su trabajo y se aferró a su rostro.
Cuando Jerom se puso de pie se limpio con rabia el rostro, tirando al suelo el cuajo de sangre. Tenía una mueca de asco que le desfiguraba toda la cara.
Y del mismo modo que aquella vez, Munet vio cómo la mujer con el sombrero de pluma sacó una esfera cristalina. A la esfera le desató un cordel negro y la dejó caer al suelo. Se convirtió en un charco espeso como el aceite, pero incoloro como el agua tras derramarse.
― ¿Qué hacemos con este muñeco? ―preguntó Hanzel.
Yever lo observó de nuevo, y pensativo se dirigió a Munet.
― ¿Lo hiciste tú? ―preguntó con el ceño fruncido.
Ella titubeaba, tampoco respondía. Pero después de ver el intercambio de miradas y gestos entre ellos..., gestos que se traducían en << No será necesario. Déjalo >>, se apresuró a decir:
―Él está conectado a mí. Si se queda, los asesinos lo tomarán y con él pueden dar conmigo ―su voz era amortiguada por la máscara, pero sus ojos eran brillantes y decididos―. Saben que él es mío. Él es... Él es importante para mí.
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Alma castigada - Hilos del destino
Mystery / ThrillerChastised soul sigue los pasos de una mujer extremadamente hermosa, capaz, e incluso mortal; pero pese a sus sólidas capacidades intenta huir de su pasado, sí, huir... Quienes la conocían veían algo que poseer, algo que desear. Ella, por su lado, só...