―Soy... ―respondió Vediz, las piedras en sus muñecas tintinearon ante sus gestos cuando jugaba con el encantamiento― Soy Leila.
― ¿Doctora? ―preguntó sorprendido, y de algún modo, también aliviado― Hmmm... Me pregunto quien me habrá traído a usted. ¿Fue mi hijo?
―Estuviste en coma largo tiempo, estuviste muy cerca de arruinarlo todo. Te faltó poco para morir... ―siguió diciendo Vediz― No sé quién te trajo a mí, pero lo hizo y a la puerta de mi casa sin presentarse siquiera. ―Fingió estar ofendida y usó un tono brusco―: ¡Tienes una deuda monumental conmigo, podría incluso usar el poder de una balanza para que me des lo que merezco justamente! ¿Qué piensas?
Gruñó al profundizar la propuesta, y al no imaginar con éxito lo que la mujer podría pedirle, respondió:
― ¿Qué podría ser, bruja? Ya que por lo visto en este momento soy un completo inútil, ciego, y sin un Ravil ni en mi zapato.
―Patrañas... Bueno, quisiera entonces algo muy sencillo: Trata de saciar mi curiosidad. Hay cosas que siempre he querido saber... ―tintinearon las piedras envueltas en plata― No nací en la ciudad, y mis padres ya no pueden contarme nada más... Están muy mayores para esto. Cuéntame más sobre... Asclepio.
La bruja torció los labios incomoda. ¿Donde estaba eso? Lo sabrá el Divino, porque Vediz McClare jamás lo había escuchado antes.
―De acuerdo, tenemos un trato. Pero, tengo una condición ―agregó el muerto―... necesito recuperar mi vista a cualquier costo. Es importante. ¿Puedes hacerlo?
― ¿Lo es, por qué? Así no tendrás que trabajar más, no como antes. No más sangre.
La ilusión todavía se estaba formando.
―Claro que lo es. Necesito asegurarme de que es un secreto usted y yo. Podrían matarte por lo que sabes. ―su tono tenía diversión, una diversión bastante maliciosa― Para empezar, esa ciudad que anhelas está muy lejos y oculta en un lugar donde el la luz del sol jamás llega; nunca hay inviernos, nunca hay primaveras, tampoco otoños... ni hablar del verano. Siempre es igual, siempre. No hay nada que puedas envidiar, por eso tus padres te dejaron vivir de esta forma. Libre.
―Vaya ―respondió Vediz, coqueta y con desilusión. Seguía al pie de la letra el engaño―, entonces es muy diferente a lo que había imaginado. Cuéntame más, no quisiera decepcionarme por esa descripción tan... deprimente.
―Bueno ―se justificó el muerto―, no sé cómo describir las cosas de manera encantadora. Digo las cosas exactamente como las veo, otra esa razón necesito mis ojos ―insistió―. Lo que hago... siempre ha sido para el bien de otros, y no me jacto, pero tampoco me gusta que sea menospreciado.
―Sí, si... Te regresaré la vista. Quedó claro, hombre.
―Diría que... tengo la creencia de valorar las cosas tal y como son. Incluso en este momento, aprecio profundamente tu ayuda. Cumplir con mi trabajo me costará la vida. ―Su risa era extraña, macabra. Era un chiste habitual... aparentemente.
― ¿Qué quieres decir con eso? ―cuestionó Vediz, riéndose también, pero en burla tras pensar que era un hombre demente― Estás divagando, no comprendo. Sé más preciso.
―Ya sabes, nadie aquí desea morir; me disculpo contigo si te parece una actitud falsa, e hipócrita, dado que yo termino con la vida de las personas que accidentalmente descubren las barreras que protegen los clavos. Los obeliscos están por ser terminados y... el tiempo se acaba. No sabemos, Leila, si esta vez... como dicen los guardianes, vamos a vivir. Obviamente nosotros nunca lo vamos a averiguar, es por eso que mi trabajo... ―suspiró, o eso intentó. Fue un breve silencio, ya que no tenía pulmones para llenar― Si fracasamos, para los guardianes sólo será un intento fallido, en cambio para nosotros... será la última vez. He escuchado eso toda mi vida, y me hace tomarme en serio cada respiración.
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Alma castigada - Hilos del destino
Misterio / SuspensoChastised soul sigue los pasos de una mujer extremadamente hermosa, capaz, e incluso mortal; pero pese a sus sólidas capacidades intenta huir de su pasado, sí, huir... Quienes la conocían veían algo que poseer, algo que desear. Ella, por su lado, só...