Ibreth 59D, 8612
Fue un viaje largo. Hacían pausas de reabastecimiento. Navegaban un lapso de ocho horas por día, y se detuvieron un par de veces en ciudades distinguidas. Fueron un par de semanas en el mar hasta que pudieron reunirse con el rey de Axahir.
Toda flota tras quince días continuos en el barco desde su puerto hasta la capital de ese país, se tomó un largo descanso de cinco días.
La ilustre fiesta del príncipe apenas había finalizado y las personas aún estaban escandalizadas con que la princesa imperial fuera a casarse con él.
En medio de la noticia que se esparcía como fuego en pólvora, el emperador pidió un carruaje con los mejores caballos, se ocultó de la multitud, de los nobles y cualquiera que pudiera reconocerle con una audacia prodigiosa.
Cruzaron el puente entre Daraven y la isla colmillo, y se estacionaron con discreción lo más cerca posible de la ciudad de Hollowoak.
Una vez que pusieron un pie en aquella ciudad donde bailaba la niebla del bosque aberrante, el cochero les dijo:
―A sabiendas de que tienen acentos extraños ―No los conocía, pensaba que eran meros nobles y amigos del rey― , mejor no hablen con nadie. El mercado es peligroso al amanecer y al anochecer... pero más peligroso es ir al bosque ahora que estamos en invierno. No vayan al bosque.
―Muchas gracias por la advertencia. ―respondió el emperador, quien tenía una apariencia distinta― ¿Existe alguna otra cosa que debería saber?
Ya no había rastro alguno de su rostro anguloso y varonil, de esa mandíbula marcada y rasgos perfectamente proporcionados. De su piel que tenía un tono cálido por la constante exposición al sol, saludable, atractivo por naturaleza.
A diferencia de su cuerpo real, que era un porte que se alzaba por encima de la multitud, de complexión robusta y musculosa como resultado de notable dedicación, cuidado y entrenamiento... Ahora era un hombre algo envejecido, de piel más pálida, facciones angulosas y unas marcadas líneas de expresión. Sus ojos eran prominentes, negros, y ligeramente hundidos. Tenía el cabello fino, castaño y salpicado de gris. Despeinado y sin brillo.
Vestía un impecable atuendo imperial, esplendido. Su chaqueta marrón tenía exquisitos tejidos y detalles elaborados de oro que le sentaban como una segunda piel, se ceñía a su torso y tenía botones dorados a lo largo del cuello y los puños. Sobre su camisa blanca de alta calidad llevaba un chaleco a juego, ajustado a la perfección. Unos pantalones clásicos, planchados y ajustado a su cuerpo, resaltando las largas piernas. Sus botas eran negras, pulidas hasta el último detalle.
Esa ropa era lo que inquietaba al cochero, si él con sólo verlos sabía que eran nobles... y unos muy ricos, los ladrones también. El cochero lo miró de arriba a bajo desdeñosamente, y luego respondió:
―Tengan cuidado con los Soqsom... Son sapos con dientes ―agitó las riendas y se adentró en el establo―. Cuidaré de los caballos y los dejaré descansar. Estaré aquí mañana a la misma hora, listo para irnos.
El emperador asintió sonriente.
Howe hizo una mueca, y siguió caminando. Ella llevaba un abrigo largo, negro, y entallado, con botones dorados y bordados intrincados. Bajo el abrigo llevaba un vestido blanco perlado de mangas largas y tejidos suaves que le llegaba hasta la mitad de las pantorrillas. Sus manos estaban cubiertas y protegidas del frío con unos guantes de cuero negro. Llevaba unas botas altas, de cuero, con tacón. Y en el cuello llevaba una cálida bufanda gris.
Ella por otro lado, era una mujer común pero con una presencia más práctica y fuerte. Tenía lineas marcadas alrededor de la boca y los ojos, mostrando una edad madura. Su piel era más apagada, y su cabello peinado con sencillez era corto y gris. La falta de maquillaje hacía que su rostro fuese rustico y autentico. Tenía una expresión tranquila, estoica.
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Alma castigada - Hilos del destino
Mystery / ThrillerChastised soul sigue los pasos de una mujer extremadamente hermosa, capaz, e incluso mortal; pero pese a sus sólidas capacidades intenta huir de su pasado, sí, huir... Quienes la conocían veían algo que poseer, algo que desear. Ella, por su lado, só...