Capítulo 13

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Había un total de diez mujeres, esperaban con impaciencia que Vincent, el proxeneta, terminara de mover de aquí para allá documentos sobre su escritorio. Parecía estar ordenándolos en dos montones, y en cuanto terminó, se dio la vuelta para quedar frente a frente con ellas. Con una amplia sonrisa dijo:

― ¡Bienvenidas, chicas!... Feliz año nuevo. Espero hayan disfrutado el viaje ―comentó en un vago intento de ser amable, era evidente que tenía prisa―. Seré breve para que no estén mucho tiempo de pie ―Con elegancia acomodó su vistosa ropa, y se sentó en el borde de su escritorio, apretándose las manos―. Como saben, este negocio tiene reglas y expectativas claras, aunque espero eso no las asuste. Estoy dispuesto a darles la confianza y la comodidad que necesiten.

El proxeneta tomó nueve hojas de una de las pilas de documentos que había ordenado con anterioridad, y con calma las extendió a cada una de las mujeres, excepto a Elaine.

―Antes de que comencemos, quiero explicarles el contrato que deben firmar. Es importante que comprendan sus derechos y responsabilidades. Allí se establecen los términos y condiciones bajo los cuales trabajaremos juntos. Está lo más estandarizado posible para que sea fácil su comprensión, lean con atención, tómense su tiempo, y luego, con este sello ―señaló el pequeño objeto de madera entre ambas pilas―... finalizamos. Tómenlo con calma en esta última parte, el sello...

―Oiga ―llamó su atención la mujer de cabello castaño y corto―, ¿podría resumirnos los puntos más importantes, por favor?

Vincent la observó en silencio, con la misma expresión, pero con ojos que centelleaban disgusto. No soportaba que lo interrumpieran.

― ¡Claro! ―respondió al fin― En primer lugar, establece las tarifas y como se dividirán sus ingresos. Aclaro lo más importante ―avisó con serenidad―, en este lugar, en La dama parda, un hombre nunca las acompañará a una habitación si no hace un contrato por separado conmigo y se convierte en su... ―se llevo los dedos a la barbilla― depende del estatus que vayan ganando. Ja, ja, ja. Les explico, para mí, todas son como princesas y serán tratadas como tal...

Elaine enarcó una ceja con indignación por la palabrería del proxeneta.

―Para resumir, en algún momento, un hombre podrá convertirse en su Varón, en su Consorte para acompañarlas en algo más que platicas ―sonrió―. En fin... Incluye las pautas sobre los horarios de trabajo, límites personales y confidencialidad. Además, hay una cláusula de seguridad que garantiza su bienestar y protección.

<< ¿Princesas, Varón, Consorte? ¿Qué mierda? Esto es un manicomio. Tiene que ser mentira. >> Protestó Elaine para sus adentros.

Las nueve mujeres parecían estar contentas, maravilladas de lo que tenían en frente. Elaine en cambio, estaba asqueada, y armada de furia hasta las pestañas cuestionó a Vincent diciendo:

―¿Qué pasa si queremos rescindir el contrato?

Vincent leyó con facilidad sus intenciones.

―Si alguna de ustedes desea terminar el contrato, debe notificarme con anticipación. Respetaremos su decisión y trabajaremos en una transición adecuada para ambas partes.

<< ¿Un traslado ilegal para luego liberarlas? Esto es un chiste >> Pensó Elaine al tiempo que soltaba una risita.

A nadie pareció importarle la actitud que Elaine tenía, pues, al instante, una a una las mujeres se levantaron y comenzaron a firmar los contratos.

―Tengan cuidado ―decía Vincent―, el sello está encantado. El tatuaje que se va a formar en el dorso de sus manos duele un poco... ―A las primeras en terminar les señaló la puerta― Afuera las recibirán sus compañeras para darles lo necesario para empezar, y les indicarán sus respectivas habitaciones. Les deseo éxito. ―Viéndose muy guapo y encantador, les sonrió.

Alma castigada - Hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora