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Hubo un silencio de ultratumba.

Ema rehuía de la mirada glacial de Elaine recorriendo la habitación con los ojos, ensimismada en algún pensamiento que le provocaba una profunda angustia. Se debatía entre confesar lo que pensaba, o no.

El nudo volvió a alojarse en su garganta y progresó hasta causarle un dolor punzante. Tenía los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, otra vez. Se dirigió apresurada hasta la cama, pero detuvo bajo el dosel, y así permaneció por largo rato. Tan inmersa en aquel pensamiento en su cabeza que estaba absorta, completamente ajena a que Elaine la observaba en silencio y esperando.

Los recuerdos volvieron y la llenaron de nostalgia, de un sentimiento de traición, de severa impotencia, y sobre todo la inquietud de la maternidad. Sin previo aviso se había convertido en un herida profunda que le dolía, y que no podría ignorar aunque quisiera; estaba obligándose a asimilar de que no había vuelta atrás. Como si hubiese sido un sueño, sentía la desilusión de que todo lo hermoso que había vivido se esfumaba, que había despertado, que todo fue mentira.

Las lágrimas no paraban de acumularse, y como ya eran demasiadas le saltaron de los ojos. Las primeras cayeron sin deslizarse por sus mejillas, apenas le dieron un pequeño roce y se precipitaron a su regazo.

Elaine veía los rasgos repetirse en ella: la nariz y los parpados enrojecidos, la piel blanca que se sonrosaba hasta tomar un color cereza pálido.

<< Llora igual que Agnese. Pero, ella si está triste... Agnese... No entiendo a esa mujer. ¿De donde sacó esa información? No recuerdo... Jamás los magos que trajo para Saul se me acercaron, ¿cómo entonces? ¿Cómo supo que soy una Eterea? Es demasiada coincidencia que sea yo el chivo expiatorio perfecto para todos. Maldición. >> Pensó Elaine entrecerrado los ojos, hundida en el sillón.

Había estado callada durante varios minutos, meditando sin parar. Veía llorar a Ema, dejándola que pensara por sí misma y decidiera.

De repente, Ema se llevó los delgados dedos al rostro y se limpió las lágrimas una vez más. Tragó saliva y luego, aún teniendo la voz afectada, dijo:

―Lo siento. No puedo evitarlo. Soy una idiota ―sonrió―, una gran idiota por seguir amando a... Después de saber que Yulian... ―ese no era su nombre, y lo recordó― Después de saber que Grim me mintió. Intento no pensar en ello, pero eso me hace llorar más.

<< Se dignó a llamarlo por su verdadero nombre, que avance. >> Se dijo Elaine arqueando las cejas, suspirando.

―Lo entiendo, desahógate todo lo que necesites. ―invitó Elaine con calma.

― ¡Si no fuera todo aquello una mentira, puedo estar segura de que él no me hubiera abandonado! ―reclamaba al aire, ignorando la mueca de Elaine― Pero, es falso. Nada es lo que creí. El sufrimiento que me causa su ausencia es enfermizo, Elaine, es como si me arrancaran el alma delante de mis ojos. Extraño con cada parte de mí todo lo eso que creí amor, fue bello, a su manera... y también una mentira ―La voz se le quebraba y reñía por no llorar―. Tú dirás que es ridículo, que fue absurdo, pero yo... en esa estupidez supe lo que es amar, y eso me quema. Mi Yulian, ha muerto. Ya no está. Se ha ido y me dejó sola... Y ahora, no sé si sufrir por el engaño o dejar que la ira me consuma y caminar en linea recta por el camino de la venganza. No sé a quién detestar más, a Grim, o a mi padre.

Ema se limpió la nariz con el dorso de la mano. Las lágrimas estaban impregnadas del calor de un corazón roto, y no paraban de surgir ahora que revoloteaban todos los sentimientos que estaban escondidos en lo más recóndito de su ser: Desesperación, incredulidad, vergüenza, remordimiento y angustia. Todos los que juntos adquirían un nombre nuevo: Dolor.

Alma castigada - Hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora