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Elaine miró fijamente a los protagonistas de aquel alboroto, los que luchaban en el centro. Los reconoció uno a uno y enarcó una ceja con incredulidad, en especial, cuando distinguió a aquel que tenía un abrigo de cuero pardo, aquel que no desenfundó su espada, y que además luchaba con las manos desnudas contra un soldado que sonreía altivamente. Quizás sonreía porque creía que estar armado era indicio de victoria, ignorando así por completo que terminaría inconsciente comiendo tierra.

Lo sabía. Sabía que lo harías... Me das asco perro hijo de puta... ―murmuró Elaine en su lengua natal, Gorlléz.

Intentó relajar el semblante. Y lo habría logrado de no ser por la hostilidad en su mirar. Sus ojos tenían un brillo sombrío. Eran de un color pálido semejante a las paredes de hielo en el lejano mar de vidrio, eran intensos y penetrantes. Alzó la voz sin apartar la vista de la trifulca, diciendo:

―Jonathan, acabo de ver a tu hermano... Parece que llegaron antes. ¿Sabes algo? ―informó con asombro fingido.

―Ah ¿si?.. ―contestó él, teniendo una mueca irreprimible.

Un poco asombrado, pero visiblemente apático a la noticia.

―No tenía idea ―respondió―. Aún si hubiera llegado a primera hora del día nunca vino a verme... ―el muchacho se dio la vuelta y se dijo a sí mismo en un murmullo inaudible―: Eso quiere decir que pasó esa prueba de la que tanto se quejaba.

―Dejaron de ser escuderos sin duda... Iniciaron un duelo, que engreídos. ―pestañeó un par de veces, mirando con atención― Tienen espadas muy lindas. ¿Las habrá fabricado un mago herrero? ―comentó Elaine con el mismo tono de voz suave e inquisidor.

―Bueno... ―vaciló él con la misma mueca. Luego posó la vista en Elaine, quien le daba la espalda, y agregó―: No lo sé. No es como si fuera a hacer algo con eso. Lo más cercano a un arma para mí es ese cuchillo para la carne ―señaló con un gesto de cabeza―, no una espada convertida en reliquia.

El chico entre sus manos tenía la mitad de un pan café al que le sacaba la comidita de adentro y se lo llevaba a la boca. Mientras comía se le borraba la mala cara y lo mantenía ocupado.

―Si, querida ―contestó Gelsey emocionada después, había escuchado la plática―. Kron me lo dijo. Todos los ascendidos a caballeros llegaron hoy antes del amanecer. Se adelantaron porque la ceremonia había culminado y no tenían intenciones de esperar a Roger. Tenía cosas que hacer, y ellos querían celebrar.

― Ah... antes del amanecer. ―se repitió Jonathan incrédulo y ofendido.

Elaine estaba igual. Pero no dijo ni una palabra, ni mostró su conmoción.

La risa de Jonathan era amarga una vista simple. El tenso silencio comenzó a extenderse, así que Gelsey dijo:

―Jonathan estaba aquí desde ayer en la noche, por eso no lo sabía.

Elaine volteó y miró a Gelsey a los ojos, después dijo:

― ¿Y qué dijo de los demás?

―Hmm... ―apilaba el pan pasado de moreno, y se detuvo suspirando―: No estoy segura de si llegó a mencionarlo.

Gelsey presionó los ojos, se esforzaba por buscar en sus recuerdos, después de intentarlo hizo un gesto de desilusión.

―Él me estuvo contando toda la aventura que tuvo en las siete semanas de las pruebas ―se excusó, riendo―... Fue una larga historia. Lo único que logro recordar es que Riber Zalone, Ludon y Keifer no hicieron el juramento. Ludon hizo una trampa y los otros dos fueron rechazados.

Alma castigada - Hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora