Capitulo 3 Entre La Espada Y La Pared

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Luna estaba a punto de tocar la puerta de la habitación de Serena, sín embargo antes de hacerlo se detuvo, ya qué no tenía valor de entrar y decirle qué ya había llegado la gira de salir de allí, y enfrentarse a la cruel realidad qué le esperaba, respiró profundo y tocó la puerta dos veces, escuchando la voz débil y triste de Serena.

-¡Adelante! - dijo Serena.

Luna entró y enseguida se cruzó con los ojos azules intensos, los cuales se veían muy hinchados por todo lo qué Serena había llorado en toda la noche.

-Buenos días señorita Serena, lamento mucho ser portadora de está noticia pero, el señor Artemis me pidió qué la llevará al comedor a desayunar con él - dijo Luna apenada.

-¡Yo no quiero desayunar! - Serena respondió con voz fuerte y muy alterada.

Luna se sorprendió, ya qué Serena jamás le había alzado la voz, siempre se había caracterizado cómo una jovencita de carácter apacible y muy callada.

-Lo siento señorita Serena, se cómo se siente pero yo sólo recibo órdenes del señor Artemis, y usted sabe cómo se pone cuándo le lleven la contraria - dijo Luna.

-Discúlpame Luna, no debí responderte así, sólo qué no quiero salir de mí habitación - Serena contestó.

Luna puso una expresión de tristeza al ver a Serena tan cabizbaja y deprimida, luego se acercó a Serena y la tomó por ambas manos, le dijo con los ojos llenos de lágrimas.

-Lo tiene qué pedirme disculpas señorita Serena, entiendo perfectamente cómo se siente pero por favor señorita Serena, no haga esperar al señor Artemis, sabe qué sí no le obedece se va a poner peor, por favor hágalo por mí - dijo Luna con ternura.

-¿Qué puede ser peor qué entregarme a un hombre qué ni se quién es? - dijo Serena.

-Me da mucho dolor verla así, me parte el corazón no poder hacer nada por usted señorita, pero vaya al comedor y hable con su tío, tal vez pueda convencerlo de qué desista de está idea tan descabellada - aconsejo Luna.

Serena miró a Luna y accedió a lo qué Luna le estaba pidiendo, dejó qué Luna le ayudara a vestirse y la sentará en la silla de rueda, luego la llevó al comedor dónde la estaba esperando Artemis muy ansioso.

-Hasta qué por fin te dignas a venir a desayunar, sabés perfectamente qué ayer te dije qué debías estar lista muy temprano, no tarda en llegar mí socio a conocerte, así qué ve quitando esa cara de tragedia de aquí nadie se ha muerto, al contrario tu vida va a cambiar y vas a pertenecer a una de las familia más influyente del país - dijo Artemis.

-Tío Artemis por favor no me hagas esto, tiene qué haber otra alternativa qué no sea casarme a la fuerza con ese señor qué jamás he visto - Serena suplicó.

-¡Ya basta! Eso no está en discusión, ya te dije qué sí no lo haces vas a quedar en la calle, pidiendo limosnas con tu sillas de ruedas ¿Eso es lo qué quieres? - Artemis gritó mientras le daba un golpe a la mesa del comedor.

Serena lo miró fijamente a los ojos, mientras le corrían las lágrimas por su hermoso rostro, Serena nunca le había levantado la voz a su tío, sín embargo en ese momento le contestó llena de dolor.

-Prefiero pedir limosnas antes de casarme con ese hombre qué ni siquiera conozco - Serena respondió alterada.

Artemis estaba perdiendo la poca paciencia qué tenía, y en ese momento le dijo mirándola a la cara muy de cerca.

-Eres una malagradecida, no valoras todo lo qué he hecho por tí, desde qué tus padres fallecieron, pero te advierto qué sí no te casas con Darien Chiba, voy a echar a la calle a tu amada Luna, y tú vas a ser la culpable de qué esa pobre vieja se quede sin techo y sín trabajo - dijo Artemis exaltado.

Serena quedó petrificada, Serena no podía había pensarlo en su fiel Luna, estaba consciente de qué era una mujer de avanzada edad y qué no tenía a nadie más qué pudiera ayudarla, por supuesto qué Artemis tocó su talón de alquiles, sabía perfectamente qué Serena no sería capaz de desamparar a la única persona qué realmente la quería, y qué había estado con Serena en los peores momentos de su vida.

Luna por su parte estaba horrorizada escuchando las amenazas de Artemis, sín embargo el miedo qué le tenía no le permitió decir una sola palabra, justo en ese momento se escuchó el timbre de la puerta, ese sonido tan cotidiano se había convertido en ese momento para Serena en el sonido más aterrador de toda su vida, Artemis enseguida miró a Luna la cuál estaba parada enfrente de Artemis temblorosa.

-Pero ¿Qué haces allí parada cómo estatua? ¿Acaso no escucharte qué están llamando al timbre de la puerta? ¿Qué espera para ir abrir? - ordenó Artemis.

-Sí señor Artemis, enseguida voy - Luna salió corriendo del comedor, mientras Artemis se acercó a Serena y le dijo en voz muy baja pero firme.

-Sí sabés lo qué conviene vas a aceptar casarte con mí socio o de lo contrario, tú y la vieja decrepita de Luna van a dormir en la calle a partir de está noche ¿Me entendiste? - dijo Artemis.

Serena sólo bajó la mirada sín decirle nada, estaba entre la espada y la pared, sólo le quedaba encomendarse a Dios y esperar qué ocurriera un milagro, qué impidiera esa locura qué pretendía hacer su tío, al cabo de unos minutos regreso al comedor Luna, más nerviosa aún de lo qué estaba antes de abrir la puerta, luego le dijo a Artemis titubeando.

-Señor Chiba en la sala lo busca... Luna no pudo seguir hablando.

Luego miró inmediatamente a Serena, la cuál estaba pálida y con una expresión qué denotaba el terror qué sentía con lo qué pudiera decir Luna, sentía qué no le salían las palabras hasta qué Artemis ansioso e impacient le dijo.

-¡Pero habla ya mujer! ¿Llegó Darien Chiba? - Luna tragó grueso y con la mirada baja evitando a toda costa ver a Serena a los ojos le respondió.

-Sí señor Artemis, es el señor Chiba, lo está esperando en la sala - contestó Luna.

-¿Pero y qué haces allí parada? Ve y dile qué ya voy a la sala y ofrecerle un café o lo qué quiera tomar ¡Pero anda mujer corre y no te quedes cómo momia de Egipto? - ordenó Artemis.

-Sí Señor Artemis, ya voy - dijo Luna.

Artemis tenía una sonrisa de satisfacción, ya qué estaba a punto de hacer el mejor negocio de su vida, el mismo qué le iba a devolver la buena vida qué había tenido en todos estos años, gracias al dinero de Serena.

-Muy bien querida sobrina, ha llegado el momento qué tanto había esperado, el futuro de todos está en tus manos, recuerda qué tú decidas sí prefieres dormir a partir de está noche en la calle con tu fiel Luna, o sí el contrato decide tener una vida de lujos y confort - dijo Artemis con sinismo.

Serena no decía una sola palabra, sentía qué nada de lo qué dijera en ese momento serviría de algo, estaba entre la espada y la pared pero de lo qué estaba segura, era de qué no permitiría qué Luna y ella se quedaran en la calle...

CASADA CON MÍ ENEMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora