✨️Ohm.✨️
No puedo alejar mi mirada de Nanon, porque sigue viéndose irreal.
Me desorientó que sea así de inesperado.
No estaba buscándolo hoy, solo estaba caminando.
Mi corazón saltó al ver su nombre en la arena.
Pensé que ya estaba alucinando, no me sorprendería.
No es normal la cantidad de tiempo que él ha pasado en mi mente en estos años.
—¿Estás esperando a que te hable yo? —me pregunta y asiento rápido.
Él sonríe.
Agradezco estar sentado, porque podría caerme por lo lindo que es.
—Tú siempre tienes algo que decir —le recuerdo— ¿Cómo has estado?
Intenta sostenerme la mirada, pero la baja un segundo.
Va a mentirme.
—Estoy muy bien —dice acostándose en la arena— no puedo quejarme, tengo un trabajo bueno, y mi relación con mi mamá ha mejorado en estos años.
—Fui a buscarte a tu casa, los vecinos me contaron...
—Sí, Jimmy siempre está metiéndose en peleas —me explica interrumpiéndome, así que ahora sé que no quiere que hable de eso— pero no las tiene conmigo, así que lo dejo ser.
—Claro —susurro mirando sus ojos.
—¿Y tú? —me pregunta— ¿Tú estás bien?
—Estoy bien —le digo apoyándome en la arena— y pude haber estado mejor, pero estaba muy preocupado por ti.
—¿Lo estabas?
—Te busqué por todo el país —suelto mirándolo mal.
—¿Me buscaste de verdad? —me pregunta bajito.
—Lo hice.
El brillo de sus ojos hace que mi corazón se descontrole y acomodo su cabello, hablándole.
—Te ves igual, no cambiaste ni un poco.
Me río, por la mueca que hace.
Paso mi mano por su cabello y se relaja, sentándose otra vez.
Suspiro, porque apoya de nuevo su rostro en mi pecho.
—Me hiciste falta, Non.
Siento el latido rápido de su corazón contra mi cuerpo y me mira, parpadeando despacio.
—Tú me hiciste falta también.
Juego con mis dedos en su espalda y se levanta para escapar, porque sé que tiene cosquillas ahí.
Me levanto también y agarro el palo que llevaba, para acercarme a su nombre.
Escribo mi nombre junto al suyo y siento sus manos presionándome fuerte, porque está abrazándome otra vez.
—Si eres de verdad —me dice hundiendo su nariz en mi espalda.
Volteo y agarro su rostro, para que me mire.
—Claro que sí.
Hace un puchero porque paso despacio mis dedos por su nariz.
Miro su boca nervioso, y sé que se ha dado cuenta.
Nada ha cambiado, yo sigo sintiéndome igual.
