25. El príncipe paranoico

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La llegada de Gia fue un tema del que se habló en el palacio desde que ocurrió. Dato que por supuesto llegó a oído de las refugiadas y cada una tiene su percepción de ello.

—¿Entonces el príncipe Levi y su esposa están en contra de su voluntad?—pregunta Perla.

—Creí que el bonito rubio era soltero—murmura Cristal—. Aunque su esposa es linda, ¿estará soltera?

—No le encuentro una belleza deslumbrante si les soy honesta.—Rubí bufa.

Las tres se callan al verme llegar y por sus expresiones, deduzco que piensan que estoy involucrada en todo esto.

—Buenos días, Amatista.—Perla es la única en saludar.

—Sí, sí. Buenos días—secunda Cristal—. Por favor no nos secuestres.

—¿Qué?—arrugo el entrecejo.

—Que ya sabemos lo que tú y su alteza real han hecho.—dice Rubí.

—¿Y qué hicimos según tú?

—De todo menos intimar.

Niego con una sonrisa divertida en el rostro al ya estar acostumbrada a que todos recalquen ese dato en este lugar.

La pelirroja se cruza de brazos y rodea mi espacio de una manera que podría considerarse intimidante para cualquier persona inofensiva.

—No nos presentas a candidatos a esposos pero sí estás de acuerdo con retener personas, Amatista.

—Pues tú no estás retenida, las puertas están totalmente abiertas para que regreses a tu casa.

—No me voy porque estoy poniendo a prueba tu palabra.

—¿No era porque tus padres te dejaron a tu suerte?—Cristal ladea la cabeza genuinamente.

—¡Cristal!

Entrecierro los ojos y percibo que el aire dominante de Rubí ha desaparecido para convertirse en un gesto de vergüenza al ser expuesta de este modo.

—¿Te dejaron a tu suerte?—pregunto— ¿Por qué motivo?

—Solo necesito un matrimonio conveniente, Amatista. No hagas más preguntas.

—Necesito asegurarme que no hayas hecho nada ilegal para no poner a las demás en juego.

—¿Y qué crimen pude haber cometido? Ni modo que yo sea el ladrón del callejón.

Bueno, al menos en eso tiene razón.

El ladrón es otra persona a la que veo en el espejo todos los días.

—¿Qué hiciste, Rubí? Solo así puedo ayudarte.

—Tal y como lo has hecho hasta ahora, supongo.

—¿De verdad pretendes que te presente a algún partido en este momento luego de los trágicos eventos de los últimos días?

—Como ya estás casada, no sabrás la desesperación que tenemos.

—Eh, yo no estoy desesperada.—Cristal levanta la mano.

—Silencio, Cristal. Tu opinión no cuenta.

—Pero yo tampoco lo estoy—se mete Perla—. Con solo estar aquí, me he librado del matrimonio con aquel viejo.

Rubí las mira con molestia al no haberla apoyado en esta pelea, pero sus ojos se movilizan a la persona que viene detrás de mí.

—Tú debes ser la famosa Rubí.—distingo la voz de Gia.

AmatistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora