6. Los nombres

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—Me quiero disculpar con todas por haberles causado pánico tras darles la información que les di.

Las chicas me observan con recelo y se quedan en silencio, dándole un sorbo a sus tazas de té casi todas al mismo tiempo.

—Era algo a lo que evidentemente ninguna estaba preparada para saber y fue mi error creer que las ayudaría en lugar de perjudicarlas.—continúo.

—Es que no entiendo.—dice Rubí.

—¿Mis disculpas?

—No, el hecho de que he visto que tantas personas esperan con ansias el matrimonio para hacer un acto tan desagradable.

—No olvides lo de estar desnudas ante un hombre.—le recuerda Cristal.

—Oh, y lo de que mete su...

—Basta—interrumpo—. Sé que se escucha mal si lo describen de esa forma, pero tampoco están obligadas a hacerlo.

Perla ladea la cabeza y alza la mano para pedir la palabra.

—¿Y a ellos les gusta?

—Supongo.

—¿Y qué pasará si les decimos un no y prosiguen?

—Eso estaría mal—aclaro—. Es como si te obligaran a golpearte una mano. Sabes que no quieres hacerlo, pero tampoco deberías cumplirlo porque la otra persona quiera verlo.

Ahora Cristal alza la mano para también hacer una pregunta.

—¿Y siempre será algo malo para nosotras?

—No debe serlo. Supongo que si estás cómoda con la persona, hay un momento en el que también los disfrutas.

Vuelve a haber silencio, hasta que Rubí lo rompe.

—Entonces tomaré el riesgo con Azul.

Es la primera vez que suelto una risa no burlesca por algo que una de ellas dice.

—O con el príncipe—secunda Cristal—. Solo estoy esperando a que me pida ser su esposa.

—Ni siquiera sabe nuestros nombres, Cristal.—le recuerda una.

—Y no creo que quiera saberlos tampoco—agrego—. Tengo el presentimiento de que en cualquier momento nos regresarán a cada quien a nuestros lugares.

Una de las sirvientas suena una campana para tomar nuestra atención y luego se dirige a todas nosotras de forma general.

—El príncipe Ónix Leman solicita la presencia de todas en el salón central.

Algunas muestran una sonrisa esperanzadora, y otras parecen asombradas por este llamado tan inesperado.

Yo estoy un tanto aterrada.

Mis escasos encuentros con el príncipe no han sido de los que causan buenas impresiones para ser precisa.

—Vamos, Amatista. No te quedes sentada.—Rubí me toma del brazo al notar que soy la única que no se ha movido de su asiento.

No siento el proceso al movilizarnos de un lugar a otro, hasta que estamos en el salón central y las únicas dos personas que estaban antes son Ágatha y Azul.

—Oh, llegaron—Azul se pone de pie y nos ofrece un asiento a cada una—. Verán... es posible que hayan gritos por...

En ese instante, Ónix entra al salón y nos mira a todos los presentes con su común seriedad. En especial, a las que formamos parte de las refugiadas.

—¿Qué significa esto?—le pregunta a su madre, quien acaba de entrar.

—Necesitabas un empujón.—responde ella.

AmatistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora