Recorro los pasillos del palacio en plena oscuridad, con nada más que el resplandor de los candelabros colocados en cada espacio de por medio.
¿Por qué Pete mencionaría a Alba?
¿O cómo sabe mi verdadero nombre?
Lo cierto es que no me dió tiempo para preguntarle todas mis dudas, porque nuevamente el anciano regresó a un estado de perdición en el que volvió a hablar muchas cosas sin sentido.
—¿Que no te habías ido?
Dirijo mi mirada a la voz femenina que me habla, y caigo en cuenta que se trata de Ágatha, observando hacia la nada a través del cristal de una de las ventanas de donde se encuentra.
—Esa era la intención—respondo—, pero han habido tantas emociones hoy que no podía robarme el protagonismo por completo al marcharme.
Ella da un suspiro que hace que una pequeña área de la ventana se empañe.
—Nadie ha sentido la ausencia de las demás refugiadas al irse—vuelve a hablar—. Sería exactamente lo mismo.
—Bueno, yo soy alguien inolvidable.
Ella suelta una risita silenciosa, pero se nota cuando sus hombros se sacuden por un instante.
Luego de algunos minutos que parecen eternos, se aleja de la ventana para dejarse caer en un sofá de cuero de forma dramática, llevándose una de sus manos cubiertas con guantes a los labios.
—Ónix podría morir en la crisis de Tadora y a nadie parece preocuparle.
—Sí, que triste.—me doy la media vuelta para alejarme.
—No te vayas, Amatista. ¿Podrías hacerme compañía?
—¿De verdad crees que yo exclusivamente sea una buena compañía?
—Pues no hay nadie más disponible y Azul salió para investigar más sobre la situación. Sé que también se preocupa por su primo.
—Viva la familia.—doy otro paso con la intención de alejarme de nuevo.
—Por favor, solo por unos minutos. Quédate.
Es quedarme con Ágatha o escuchar a los guardias del palacio jugar a las cartas.
¿Será que me dejan apostar con ellos si juego también?
—Amatista.—señala el otro sofá al frente de ella.
—Supongo que puedo quedarme un momento.—tomo asiento.
Ella juega con sus propias manos, lo que reconozco como un indicador de ansiedad por lo preocupada que debe estar.
—Realmente estás asustada por el príncipe, ¿no es así?—pregunto.
—Demasiado. Si a Ónix le pasa algo, yo me muero.
—Por favor; has estado controlada desde lo de tu padre, estoy muy segura que podrás con lo de su alteza.
—Lo que siento por Ónix es distinto—sonríe un poco—. Oh, he hablado de más, no sabes nada de lo que ocurre con nosotros.
Casi nada.
Solo los miré consumiéndose casi por completo frente a mi puerta una vez.
—¿Tienen algo?—me hago la sorprendida—No me lo veía venir.
—Es inesperado, pero sí—se muerde el labio—. Nos amamos.
—¡Vaya! eso es tan dulce. ¿Cómo te dijo que te amaba?—pestañeo.

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Amatista
RomanceElla, una ladrona buscada por los guardias del reino para ser sentenciada. Él, un príncipe frío y malhumorado al que le buscan esposa por obligación. Para el destino esto solo implica una unión.