40. Piezas del tablero

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Pensar en lo que puede suceder contigo y tu vida más adelante, puede resultar aterrador para cualquier persona existente.

Más si se toma en cuenta que tu esposo vidente ha tenido visiones sobre que serás llevada a juicio y perderás.

Ciertamente no puedes asegurar tu destino con certeza, lo que significa que todo aquello que pueda ser predestinado podría ser resultado de una confusión.

Si ignoramos el hecho de que los últimos sucesos en mi vida, aparentemente debían suceder como resultado de predicciones bastante acertadas.

—¿Cuánto ha pasado desde lo de Tere?, ¿Meses?—Rubí se abanica el rostro.

—Cinco días.—la corrige Perla.

—Desde que presencié eso a carne propia, el tiempo parece transcurrir con mayor lentitud.

—Pero si la que lo presenció a carne propia fue la mucama—opina Cristal—. De hecho su carne se quemó, ¿creen que se considere como presenciarlo?

—Cada comentario tonto que haces me pone de los nervios, Cristal. Así que cierra la boca.—la calla Rubí.

Perla niega con desaprobación por la manera tan poco delicada que tiene Rubí de contestarle a Cristal, pero algo en su mirada me hace ser consciente de que también se encuentra nerviosa desde que presenció el suceso de la hoguera.

El cotilleo de las voces del príncipe y el guardia Albert pasando cerca del comedor son suficiente como para que todas los sigamos con la mirada, aunque ninguno de los dos parece tener intención de pararse al seguir avanzando.

—Entre más tiempo pasemos aquí, mayor riesgo de ser sentenciadas por alguna tontería tenemos.—habla Rubí nuevamente.

—¿Tontería?—volteo a verla— ¿Estás diciendo que el raptar a Pete fue una tontería?

—Eso no. El atacarte sí.

—Gracias, no me había quedado claro.

—Deberíamos dejar de pelear entre nosotras—aconseja Perla—. Sin importar los desacuerdos, nuestros segundos de vida pueden ser escasos.

Por primera vez estoy de acuerdo con toda la situación relacionada a la muerte.

Aunque sigo preguntándome, ¿cuánto tardará para que se me juzgue por algún motivo y sea castigada?

Tal vez los nuestros, recuerda que Amatista está siendo protegida por su esposo.—recalca Rubí.

—Hablando de eso—aclaro mi garganta—. ¿No que estabas urgida por conseguir un esposo, Rubí?

—No pienso responder a tus interrogantes, siempre tienen algo de por medio.

—Podríamos conseguirte a algún noble que te salve de los peligros de este palacio si tanto te atemoriza.

—No lo necesito.

—¿Por qué?

—Cierto, le gustan los curas.—habla Cristal.

Inmediatamente, la pelirroja voltea a verla con furia reflejada en sus ojos, pero Cristal solo baja la mirada y saborea la sopa que aún mantiene en su plato.

Ónix parecía muy urgido por encontrar al antiguo sacerdote Ian, por lo que tuvo que acudir a los inútiles servicios de Albert sin éxito alguno.

—¿Qué saben del bufón Ian?—miro a las tres.

—¿Por qué hablamos específicamente de él?—Rubí se pone a alerta.

AmatistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora