12. Tic, tac, tic, tac

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Tic, tac, tic, tac

Mis ojos no se apartan del reloj que se encuentra arriba de donde estamos.

Tic, tac, tic, tac

Cada vez que la aguja se mueve, caigo rendida en mis pensamientos.

La casa del reloj de Diamond.

Sabio Pete.

Tic, tac, tic, tac

El viejo lo dijo.

—¿No te parece, Amatista?—Cristal sonríe por algo que no escuché.

—¿Qué cosa?

—El que ahora que solo quedamos cuatro, hay menos probabilidad de que nos corran.

—Sí, supongo.

Rubí bebe de una copa y suelta una risa sarcástica, acción que no dejo pasar porque sé que lo hace por mí.

—¿Algo que quieras decir, Rubí?

—Es que me parece que has estado algo distraída desde ayer, eso es todo.

—Fue atacada por asaltantes, no seas tan cruel.—Perla la regaña.

—Claro, aunque me parece que había mencionado específicamente al ladrón del callejón, de quien por suerte de la vida, logró escapar ilesa.

Las tres esperan alguna justificación de mi parte, pero dedico mi tiempo a agarrar una uva del tazón que está sobre la mesa y la como lentamente para desesperar a la pelirroja.

—Corrigiendo tu historia, yo nunca mencioné al ladrón del callejón, sino que fue Azul.

—Azul—asiente—. Quien parece que también estaba ocultando algo.

—Ya me perdí.—Perla la mira sin entender.

—Lo que digo, es que he escuchado algunos rumores—Rubí vuelve a sonreír —, que debo admitir que son bastante serios.

—¿Y qué rumores escuchaste?—me hago la interesada—, ¿Que yo soy el ladrón del callejón?

Cristal y Perla sueltan una risa al considerar mi comentario como una broma ridícula.

La bromita se ha desarrollado tan bien que están dando una recompensa por cortarme la cabeza.

—No, pero sí que entre ustedes hay un amorío.

—Déjame adivinar, ¿escuchaste eso del guardia Albert?

—Puede ser, aunque el palacio sea grande, nos damos cuenta de todo.

—Cierto, yo me dí cuenta de que el rey es calvo y usa tratamiento.—habla Cristal.

—Te recomiendo que no digas esas cosas ante el público, Cristal.—Perla le da una palmadita en la espalda.

Las cuatro nos quedamos en silencio, hasta que Ágatha hace su aparición en el comedor luego de no haber salido de su habitación por casi todo el día.

Unas ojeras se miran reflejadas bajo sus ojos, y su cabello está algo espantado.

—¿Que no eran más la última vez que las ví?—nos señala.

—Saluda a las sobrevivientes del grupo—levanto mi copa—. No ha sido fácil, pero estamos aquí.

—Creí que Ónix iba a echarlas a todas al mismo tiempo, felicidades supongo.

—De hecho la reina ya tiene su preferida.—interviene Rubí con orgullo.

—¿Ah, sí?—Ágatha arquea una ceja—, ¿Y es la preferida de Ónix también?

AmatistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora