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La primer semana de mayo culminó y todo seguía igual, para algunos.

La acalorada discusión de Beaumont con la señora Lawrence se propagó como fuego en pólvora por las redes sociales. El rubio se reprochó a sí mismo por dejar que esa bruja nublara su juicio. Ante los ojos de los demás, él quedaba como un mal hombre, el tipo que abandonó a su prometida embarazada y provocó que una vida inocente se perdiera. Aunque cedió a sus demandas y firmó de una vez por todas la cancelación del acuerdo prenupcial, la empresa parecía tambalearse. No tenía el control total de las acciones ni de los nuevos proyectos.

Las restricciones legales le impedían hablar públicamente sobre el asunto, pero Azriel conocía la verdad, y eso era suficiente.

Días después del funeral, se dirigió hasta el departamento del más joven para explicarle con tranquilidad lo que había sucedido y que no se dejara llevar por lo que decían en los medios.

Se extrañó cuando no lo encontró en su hogar y tampoco atendía sus llamadas ¿Dónde más podría estar un miércoles pasada la media noche? Sin más, rastreó su teléfono y la señal indicaba que estaba en el bar “Aura”, a unas cuadras de allí.

Había escuchado rumores sobre ese bar, un bar gay que operaba casi en las sombras, clandestino para muchos. A simple vista, no parecía más que un negocio común. Solo aquellos que estaban en el secreto sabían lo que realmente sucedía tras sus puertas.

Estacionó su auto deportivo del otro lado de la calle e ingresó al lugar sin pensarlo. ¿Qué más daba si alguien lo reconocía y le enviaba fotos a la prensa? La gente de su clase no frecuentaba esos lugares, pero solo quería encontrar al castaño.

La música retumbó en sus oídos mezclándose con el bullicio de las risas y las conversaciones. Las luces tenues creaban un ambiente de sensualidad y humo. Su mirada recorrió el lugar, buscando la figura de Azriel entre la multitud.

Se abrió paso entre las personas, algunos lo observaban con detenimiento y hasta lo rozaban sin descaro. Miró a quienes bebían en la barra y no había señales del castaño.

Avanzó hasta casi el final de la pista de baile encontrándose con una escena que lo desconcertó por completo.

Y hasta celos le provocó.

Azriel bailaba con otro sujeto. Su espalda rozaba el pecho desnudo del hombre moreno, alto y corpulento, en una cercanía que le hirvió la sangre, sus cuerpos se movían al ritmo de la música con intimidad. El castaño echaba su cabeza ligeramente hacia atrás y el tipo, con toda la libertad del mundo, lo besaba en el cuello, para luego desabrocharle los botones de la camisa y tocarlo.

¡Maldito!

El muy imbécil parecía disfrutarlo y la ira consumió al rubio como un fuego incontrolable. Y por si fuera poco, el moreno besó a Azriel en los labios.

Vincent se abrió paso entre la gente, empujando a quien se interpusiera en su camino, pero algo lo hizo detenerse de manera abrupta.

Antes de poder avanzar más, sintió un tirón en ambos brazos. Miró a sus costados y se encontró con dos impresionantes drag queens, ambas pelinegras de cabellos voluminosos y rostros maquillados de manera impecable. Sus largos brazos, adornados con guantes brillantes, lo sujetaban con sorprendente fuerza. Las uñas postizas, se le clavaron en la piel expuesta por su playera negra de mangas cortas.

—¿A dónde vas, muñeco? —una de las drag queens habló en su oído, con un tono seductor.

El rubio sintió un escalofrío recorrer su espalda. Aún así, con una sonrisa intentó ocultar su incomodidad —Vine por alguien más, lo siento.

10:35 [BL] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora