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El joven castaño, observó con recelo la bandeja de metal. Un aroma apetecible emanaba de ella, atrayendo su estómago vacío con una fuerza casi irresistible.

Dos sándwiches ligeramente tostados, como los que le gusta desayunar, de jamón y queso.
Qué tortura.

Pero la desconfianza era mayor. ¿Y si era una trampa? ¿Y si la comida estaba envenenada o contiene alguna droga?

Con un gruñido de hambre y una punzada de desesperación, tomó el vaso de agua con manos temblorosas. Lo llevó a sus labios secos y lo bebió, tragando cada gota como si fuera un elixir de vida. Al terminar, golpeó con rabia el vaso contra el suelo de cemento.

Y el inútil plástico no se rompió, una burla cruel de su situación.

Rebuscó en la bandeja con fiereza, algo que pudiera servirle como arma, pero no halló nada. En un gesto violento, deslizó la bandeja hasta el otro extremo de la habitación. “¡No comeré nada!” Gritó y no esperó que eso tuviera repercusión tan pronto. La puerta de metal chirrió al abrirse, revelando la figura de la mujer que le había traído la comida.

Su rostro era inexpresivo y sus ojos oscuros demostraban fiereza. El corazón del joven comenzó a latir con fuerza. ¿Venía a torturarlo de nuevo?

—¿No te enseñó tu madre que la comida no se desperdicia?— Su tono era filoso y cerró la puerta detrás de ella. El castaño le preguntó con voz ronca “¿quién es usted?” Y la mujer respondió “Soy la señora Lawrence, madre de Emma”

—Así que la locura viene de familia— dijo, adoptando una postura más relajada sobre el colchón.

La señora avanzó lentamente, sus pasos resonaban en el silencio opresivo y su mirada fija en él, logró incomodarlo.

Se detuvo frente al joven —intenté ser amable, pero tú solo te lo buscaste. Pasarán muchos días hasta que siquiera veas una migaja de pan— soltó abrasiva.

—¿Cree que me asusta? Pues se equivoca— se puso de pie con dificultad —usted y su hija están mal de la cabeza.

—Ni te imaginas de lo que somos capaces Azriel —dijo con una sonrisa maliciosa—. Puedes hacerte el altanero, pero sé que estás débil y tienes miedo. Lo sé todo sobre tí; donde vives, con quienes frecuentas…

—Oh, ¿vió las fotos?— la interrumpió en un tono inocente —¿de quien fue la idea? ¿Cuál le gustó más?

—Eres despreciable, espero y no le hayas inculcado esas ideas raras a tu hermana que por cierto— observó el reloj en su muñeca —debe estar en su terapia de vapor.

—No la involucren en esto— advirtió en tono bajo, sus manos cerradas en puños.

—No estás en posición de amenazar— replicó con frialdad —ambos sabemos que no tienes derecho sobre ella, no tienes su custodia legal.

Esas palabras lograron desestabilizar al muchacho, ¿como carajos se enteró? Un escalofrío le recorrió la espalda. —¡Eso no les incumbe!— bramó enojado y la mujer retrocedió.

—Solo basta una visita de los servicios sociales para que vean que nadie se preocupa por ella.

—Yo lo hago— respondió con firmeza.

—¿Ah sí? Pero ahora estás aquí, a kilómetros de la ciudad y será por el tiempo que yo decida, a menos que te matemos antes.

—No lo harán.

—Ruby necesita a su padre, un banquero Alemán que estará encantado de llevársela.

—No permita que ese hombre se le acerque, por favor— mostró debilidad sin darse cuenta. Aquel banquero, lo había visto unas dos veces y en ambas, maltratando a su madre. Él, con tan solo 11 años la defendió como pudo.

—Eso dependerá de tí— habló con cinismo.

—¡¿Qué es lo que quiere?! ¡¿Por qué me retienen aquí?! ¿¡Qué esperan que haga!?— movió los brazos como exasperación y eso provocó que su muñeca izquierda, se rozara con la tela áspera de sus jeans, y un gemido ahogado escapó de sus labios al sentir el dolor.

—¿Qué es lo que quiero? Que Beaumont sufra, le ha causado mucho dolor a mi hija— dijo con voz baja y llena de rencor. —Y ahora pagará por ello.

—¿Por qué? El bebé de Emma ni siquiera era suyo, ¿por qué lo culparon?

—Aún lo defiendes.

—Vince no me mentiría— respondió con tal seguridad que la mujer soltó una carcajada. Se molestó y le insistió que revelara cuál era su punto en todo ésto, pero su respuesta lo descolocó.

—¿Quieres ver a tu hermana?— asintió con la cabeza.

—Entonces harás algo por mí, pero aún es muy pronto. ¿Te imaginas cómo se sentiría Vincent si se enterara de que la persona que más le importa, está planeando hacerle daño?

—¿Qué?

La señora Lawrence comenzó a retroceder lentamente y antes de marcharse le dijo; “compórtate o recibirás más choques eléctricos”.

Y lo dejó solo nuevamente. En su cabeza todo era caos. ¿Acaso la mujer se refería a él cuando mencionó lo de "herir al rubio"? La opresión en su pecho se intensificó, asfixiándolo y el aire parecía no llegar a sus pulmones, cada respiración le costaba más.

Lo de la custodia, lo destrozó por completo. Creyó ser fuerte, capaz de afrontar cualquier cosa. Pero ahora, su vida estaba en manos de dos perras psicópatas, a merced de su crueldad. ¿Qué había hecho para merecer esto? ¿Querer darle una vida digna a su hermana? ¿Caer en los encantos de Beaumont? De quien, tontamente se enamoró.

La vida parecía empeñada en no darle tregua. Cerró los ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con brotar. No quería rendirse, no podía. En un arranque de furia, descargó su ira contra el único objeto que tenía a mano; el viejo colchón. Lo movió con violencia hacia el otro extremo de la habitación, como si quisiera destruirlo todo.

El no comer ya le estaba jugando una mala pasada, un mareo nubló su vista y un zumbido agudo, taladró en sus oídos. Primero cayó de rodillas y luego, el frío cemento recibió su cuerpo por completo, cuando se desmayó. En un breve instante de lucidez, observó unas botas militares que se detenían a escasos centímetros de su rostro.



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Hola! Como están? Espero que bien ♡♡♡ gracias por el apoyo 🫶🏼

10:35 [BL] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora