El Comienzo

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Vladimir Makarov

Han pasado semanas sin verla, ¿qué pensará de mi? ¿me odiará por mi tardanza en rescatarla o

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Han pasado semanas sin verla, ¿qué pensará de mi? ¿me odiará por mi tardanza en rescatarla o... estará feliz con su libertad? Son tantas las preguntas que abordan mi mente, tanta la ira que recorre por mis venas al no tenerla conmigo, que ni siquiera soy capaz de concentrarme en mi trabajo pendiente con el Presidente. Soy un completo desastre en estos momentos, pero tengo una misión; y es rescatarla intacta, y para eso, tendré que resistir hasta que los hombres de Raúl averigüen el lugar donde la mantienen secuestrada, resistir también ante el plan de mi viejo amigo; no demostrar ningún interés en mi mujer para que así la quiten de su mira, para así dejar en claro que ella no es ninguna pieza clave en mi lucha diaria por el objetivo de el Circulo Interno.

—Señor, tenemos a la chica; Alena Vorshevsky. —me alerta Kiril, quien entra apurado a mi oficina.

Me giro en la silla, y observo como parece realmente orgulloso por su trabajo, agitado por correr y darme la buena noticia lo más pronto posible. Me levanto y lo sigo hasta el área de celdas, yn frente de la de Borís, se encuentra su preciada hija, ambos quedando cara a cara.

—¡¿Qué quieres maldito animal?! —ladra Alena, en mi contra.

Le sonrío por cortesía, y esta sonrisa se agranda cuando observo que, a la lejanía, viene Viktor junto a Raúl, con mis herramientas para este tipo de ocasiones... especiales.

—Quiero jugar contigo, princesa. —le advierto, abriendo su celda y entrando junto a Kiril—. Me gustaría saber si tu padre prefiere salvarte a ti o seguir siendo fiel a esta nación caída. —le termino de explicar mi plan, tomando su mentón con brusquedad para que ella me mire a los ojos.

—Eres un monstruo... —me contesta Alena, entre dientes.

—Tu padre sería el verdadero monstruo si elige no hablar, señorita. —ahora ataca Raúl, entrando en compañía de Viktor y cerrando de paso la celda.

Borís sigue atento a cada movimiento que todos hacemos. Alena se niega a cooperar, entonces es Kiril quien se encarga de inyectarle un tranquilizante, no lo suficiente para dormirla pero si para dejarla completamente manipulable. La sentamos en una silla cerca de la puerta de barrotes, sólo con la intención de que su padre no se pierda de ningún detalle de todo lo que haremos.

—¡Deténgase сукины дети! —exclama Borís al notar que he sacado mi primer juguete favorito, dispuesto a colocarlo entre los delicados dedos de su preciada hija.

Ella ahora está desorientada, no se opone a nada, así que el aplastapulgares moderno que poseo es colocado en sus metacarpos, con la intención de aplastar sus dedos hasta el punto de la amputación de raíz. Voy girando la llave que permite dar inicio a la verdadera diversión y horror, la cual va creando la presión suficiente para alertar a la chica, quien comienza a retorcer su cuerpo aún atado a la silla por la nueva presencia del dolor en su mano. Ella trata de sacar su mano de tal aparato, pero es imposible, porque Viktor es quien se encarga de sostener su brazo y muñeca con tal firmeza, que logra también lastimarla en medio de su trabajo de neutralizar sus movimientos.

—¡¿Qué mierda es esto?! ¡Ayúdame papá! —suplica con la voz adormilada, sus ojos a punto de estallar de tantas lágrimas acumuladas se mueven por todos lados, demostrando miedo absoluto y real.

Borís no hace ni dice nada. Está pegado a los barrotes, observando con total atención cómo voy girando aún la llave que va aplastando y triturando lentamente los huesos de sus dedos. Sólo cuando rasgo su piel y comienza a llover sangre de entre mi mano y la suya mientras sigo mi trabajo, Borís hace lo posible por tratar de convencerme para que me detenga, sin darme la opción que tanto deseo escuchar.

—¡Te voy a matar cuando salga de acá! ¡Déjala ahora! —brama, furioso, desesperado, tirando de los barrotes de la celda en su estúpido intento de abrir la puerta.

—Señor Presidente, ya sabe exactamente lo que quiero a cambio de detener esta pesadilla. —le contesto, aún ejerciendo presión en lo queda de los dedos de su princesa.

—¡Bien, carajo! ¡Te daré lo que quieras si te detienes!

Mis acciones se congelan, para luego ir hasta la bandeja de instrumentos que Raúl traía junto a Viktor para tomar un papel en dónde Borís pueda escribir los valiosos códigos de lanzamiento. Voy hasta su celda, no sin antes dar la orden de seguir con la tortura en caso de que el Presidente falle con su parte del trato. Saco un bolígrafo del bolsillo de mi chaqueta y se lo ofrezco junto a la hoja de papel cuando me acerco a los barrotes de hierro. Él me arrebata ambas cosas con desprecio, y después, se apoya en una de las paredes para escribir. Cuando me las devuelve, observo con orgullo las claves, y es ahí cuando le hago el gesto de aprobación a la mirada cómplice de Raúl para liberar a Alena de mi herramienta de tortura.

—Fue un placer hacer negocios con usted, señor Presidente. —le agradezco, sonriéndole por última vez antes de salir directamente hacia mi oficina.

Una vez allí, de nuevo, hago ciertos ajustes a mi tablero de planificación, no sin antes dejar los códigos asegurados en uno de los cajones de mi escritorio. La característica clave de toques de Raúl en la puerta me llevan a invitarlo a seguir, aún demostrando orgullo por mi reciente logro.

—¿Cuál es tu paso a seguir, Vladimir? —cuestiona, entrando y cerrando la puerta con el debido seguro—, ¿Por qué esto? —señala las fotos de mis hombres más fieles en mi tablero, tachadas en señal de eliminación.

—Esto lo haré a solas, Raúl; tú más que nadie debe comprender que este tipo de movimientos no deben confiarse a nadie. —contesto, sirviendo una copa de Brandy para mi invitado, y eligiendo una botella completa de Whisky para mi—. Esto es apenas el comienzo de una gran revolución.

—Dime que la harás con la cabeza fría y no por ella, Vladimir.

Asiento, comenzando a tomar grandes sorbos del licor de la botella en mi mano. Si tan sólo supiera que mañana a más tardar haré hasta lo imposible por rescatarla, me daría la espalda por mi arriesgado plan contra mis naturales enemigos de la 141.

 Si tan sólo supiera que mañana a más tardar haré hasta lo imposible por rescatarla, me daría la espalda por mi arriesgado plan contra mis naturales enemigos de la 141

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Continuará...

ESTOCOLMO {Vladimir Makarov}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora