+18 | Ruega Por Mí, Vladimir

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El restaurante es aquel de la primera vez en la que él me llevó de nuevo al exterior

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El restaurante es aquel de la primera vez en la que él me llevó de nuevo al exterior. Discreto, acogedor y de calidad, ubicado en una calle poco concurrida, cerca de un parque que seguramente estará vacío cuando salgamos de acá.

—¿Por qué no comes? —me cuestiona Vladimir al notar que solamente estoy jugando con mi pedido.

Vuelvo a la realidad con sus palabras y decido llevarme una porción de pasta a la boca para disimular un poco mi obvio momento de distracción. Fingir que todo está bien no es lo mío, ¿y por qué digo esto? Bien, no es fácil volver a estar con el hombre que amas luego de bastante tiempo de distancia, y mucho menos si los motivos de esa lejanía son por una guerra que él mismo está librando, con su propia mano. Ni siquiera podemos ir a un lugar normal como una pareja común y corriente, porque tanto yo como Vladimir podemos correr el riesgo de algún atentado por parte del ejército ruso, que ahora deben estar en cada rincón de este país, y entre esos militares deben estar aquellos que me secuestraron, la Task Force 141.

—Dime, ¿qué tienes? ¿Deseas algo acaso? Te daré todo lo que quieras para deshacerme de ese rostro deprimente que ahora posees... —me consuela, ahora tomando mi mano y apartando su plato ya vacío.

Sus ojos se posan en los míos, y no puedo resistirme ahora a derretirme de nuevo, como la primera vez, por sus iris; azul y verde.

—¿Cómo habría sido nuestro hijo...? —me pregunto en un susurro apenas audible, al analizar tal situación a profundidad, tomando en cuenta nuestras obvias diferencias físicas.

Vladimir pareció escuchar a la perfección mi duda, y sonríe ampliamente, luego de tomar el último sorbo de vino de su copa.

—Si tuviéramos un hijo, desearía que tuviera tu belleza. —contesta, pareciendo completamente ilusionado por esa idea.

Mi cara ahora debe expresar mi total confusión, porque en estos precisos momentos puedo apreciar la honesta risa de Vladimir en su máximo esplendor, seguramente generada por mis raras expresiones faciales. Debo admitir que sí, tales palabras, proviniendo de alguien como él, sonaron tan extrañas que me fue inevitable hacer un gesto inusual con mi cara, uno que de seguro fue realmente gracioso. Es impresionante esta situación, y amerita ser celebrada.

El restaurante, al estar bien oculto y ubicado en un lugar poco concurrido, no tiene muchos otros clientes aparte de nosotros, tan sólo nos acompañan otras tres personas en una mesa bastante apartada. Decido tirar mi cubierto al suelo, cayendo cerca de los pies de Vladimir. Me agacho para recogerlo de nuevo, pero además de eso, puedo darme el lujo de recorrer con mi mano su pierna, ignorando y dejando de lado el tenedor en un sitio cualquiera. Me tomo el atrevimiento de llevar mis traviesos dedos hasta la entrepierna de Vladimir, quien gruñe un poco por mis movimientos.

—Mujer, ¿me quieres enloquecer? —cuestiona, en un suave susurro. Su respiración ahora acaricia mi oreja y cuello, pero se resiste y se aparta cuando por fin puedo bajar el cierre de su pantalón.

Vladimir tiene una debilidad de la cual me puedo aprovechar, y esa es su facilidad de tener erecciones en tan poco tiempo cuando lo toco. Con sólo pasar mi mano puedo ponerlo duro en segundos, y me encanta.

—¿Qué pasa, mi amor? Ahora eres tú quien no soporta ni un solo roce... —le respondo, mordiendo el lóbulo de su oreja como respuesta a su anterior gesto.

El mantel de la mesa y el estar sentados de un mismo lado en una larga silla me sirve para camuflar mis primeros y suaves movimientos sobre el miembro de Vladimir, quien no para de gruñir mientras trata de disimular un poco, pero con mucho esfuerzo no pierde aún la cabeza.

—¿Te gusta así, дорогой? —pregunto de nuevo en un murmuro apenas audible, besando su mejilla y rozando mis labios por su bello facial.

Su colonia es una droga para mi, y su delicioso aroma me lleva a pasar mi lengua atrevida por su cuello, el cual me ofrece al tirar su cabeza hacia atrás por todo lo que mi mano hace bajo la mesa. Me detengo un momento en su glande, y ahí decido hacer movimientos circulares con mi pulgar en su húmeda punta, la cual gotea por sentirme.

—¿Ahora quien es el débil? —sonrío, mis labios están contra la piel de su cuello aún, y cuando mi nariz vuelve a aspirar su aroma, comienzo a masturbarlo aún más rápido que antes, hipnotizada por su sensualidad y dureza.

No solo me fijo en ir rápido, también me gusta provocarlo con mis uñas, rozándolo con estas con tal cuidado y suavidad, que parece adicto a que yo haga esto con él. Es sumiso ahora, y lo demuestra aún más cuando las otras personas que estaban a unas cuántas mesas se marchan, dejándonos a ambos una sala completamente vacía, que poco a poco se va llenando de suaves quejidos y gruñidos de parte de Vladimir, un vago e inútil intento para no gemir que termina en un rotundo fracaso, puesto que solo me toma dos segundos para hacerlo rogar por más al detenerme y alejarme cuando seguramente, estaba por correrse.

—Mujer, ¿por qué carajos te detienes? —pregunta molesto, entre suspiros debido a su agitada respiración.

Ruega por mí, Vladimir.

Mis palabras activan un salvaje y característico impulso de él; la dominación. Se levanta de un salto, empujando la mesa de paso, me levanta a la fuerza y con total facilidad me sube sobre el mantel, tirando de lado nuestros platos. Abre mis piernas con total violencia y busca de mis labios, mientras trata de deshacerse de mi ropa interior.

—Siempre voy a clamar por tu cuerpo. —Vladimir sube de nuevo a mi oreja y susurra mi nombre, logrando provocarme un escalofrío al yo haber incitado a que todo esto pasara; una situación incómoda e intimidad sobre una mesa, en un restaurante donde cualquiera podría volver a entrar, o donde un empleado podría vernos.

Por casualidad, mi visión choca fugazmente contra el ventanal frente a nosotros, mientras Vladimir besa con desesperación mi clavícula y rompe mis bragas para tener un mejor acceso con sus dedos. Esa casualidad es la que causa que yo lo empuje a él y me baje con total pánico de la mesa, buscando un escondite seguro tras su espalda.

—¿Qué pasó aho...

Sus palabras se cortan cuando también fija su mirada en aquello que logró asustarme, aquel que nos observa desde la penumbra del frío exterior. La lluvia golpea con violencia el cristal y los rayos se hacen presentes con más fuerza cuando se da la vuelta para marcharse aquel que, como en una película de terror, nos vigilaba de cerca, nos analizaba, listo para atacar en el momento más oportuno.

John Price.

Un espantoso escalofrío me recorre la espalda a la vez que comienzo a sudar frío. La presencia de ese hombre no trae nada bueno, tanto para mi como para Vlad. Y al haber sido testigo de la ahora obvia debilidad de mi hombre por mi, de seguro se vendrá un futuro lóbrego.

 Y al haber sido testigo de la ahora obvia debilidad de mi hombre por mi, de seguro se vendrá un futuro lóbrego

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Continuará...

ESTOCOLMO {Vladimir Makarov}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora