Su Mirada

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¿Es esto, suerte?

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¿Es esto, suerte?

Que nadie aún no se haya dado cuenta de mi embarazo luego de tantos exámenes médicos es un total milagro, que últimamente ya no me molesten tanto con el asunto de mi presunto síndrome de Estocolmo es raro, incluso que ya casi nadie venga a revisar mi estado, aparte de traer mis debidas comidas del día, es aún más sospechoso. No sé lo que sucede allá afuera realmente, y esto me recuerda a mis primeros días con Vladimir. En un principio, ni siquiera pensaba en la lejana posibilidad de salir de aquella habitación, y ya luego, empezaron las comidas por fuera de casa, las cenas en las frías noches, los juegos en la cómoda privacidad que nos ofrecía la gran casa de él, y no me refiero precisamente a hacer actividades inocentes...

Fueron tantos los buenos momentos como para rememorar todos en una sola noche, o día, o incluso tarde, madrugada... ¿Qué se yo? Estoy aquí encerrada en esta celda disfrazada de enfermería desde hace mucho, sin ver la luz del sol, o tan siquiera sentir la fresca brisa del exterior, es imposible decir con exactitud la hora que es, o cuántos días en total he estado acá. De todas formas, estoy viva, aún, con la esperanza de verlo de nuevo a él, tarde o temprano tendremos nuestro reencuentro.

—¿Señorita? —me llama una voz familiar, con preocupación.

Es el estúpido que se hace pasar por psicólogo. No pensé que volvería luego de nuestra segunda sesión, donde todos definitivamente dieron por perdido mi caso, ni siquiera lo escuché llegar.

—¿Qué quiere usted ahora? —cuestiono a la defensiva, levantándome con prisa de la cama.

—Nada más quería informarle que muy pronto será puesta en libertad...

Ni siquiera termina su diálogo de forma correcta cuando un fuerte estallido lejano sacude el lugar. Él de inmediato sale con un arma en mano que saca de uno de los bolsillos de su bata, y yo, nada más me quedo en shock, tratando de pensar en lo que debería o no hacer a continuación porque... el imbécil dejó la puerta abierta, dándome la gratuita oportunidad de escapar o quizá, no.

Mis pies no se mueven, es difícil caminar con tantas preguntas dando vueltas en mi mente. Pero todo aquello desaparece al escuchar disparos cerca, y mi instinto de supervivencia sale a flote para salir de esa habitación a cualquier sitio lejos del peligro. Mis piernas se mueven lo más rápido posible hacia la dirección contraria del ruido, llevándome a salir al caótico exterior de la carpa que albergaba tales habitaciones, que por supuesto, sí eran de enfermería, cosa obvia y clara ahora que miro con cuidado las indicaciones de toda esta base improvisada. Ahora recorro el lugar con cautela, manteniendo la intención de no ser descubierta por nadie, por ninguno de los dos bandos que ahora están librando una guerra en la lejanía de mi nueva ubicación.

Algo en lo profundo de mi interior me pide a gritos que debería dar media vuelta y regresar a aquella enfermería la cual ahora están destruyendo con plomo y explosiones de granadas, pero también mi lógica me indica que debo seguir adelante con mi plan de escape, al menos hasta donde pueda encontrar un sitio en el cual pueda entablar una comunicación directa con Vladimir. Mis pies siguen mi lógica, y eso es así hasta el momento en el que una persona me toma por uno de mis brazos y me arrastra consigo hacia la dirección contraria, por donde yo quería regresar para seguir ciegamente ese extraño presentimiento. Es el Teniente Ghost quien me sujeta con fuerza para llevarme con él hacia un lugar completamente seguro. Me empuja al interior de uno de los cuarteles más cercano a nosotros y ahí me encierra junto a Alice, quien prepara sus armas para la guerra.

—Tu novio loco tiene las suficientes bolas para formar toda una guerra por ti, ¿no? —me reclama con ironía, revelándome el motivo de mi presentimiento de hace unos momentos.

Vladimir está acá y es él quien está atacando el lugar en mi búsqueda. Y yo como una imbécil haciendo lo que cualquier persona convencional haría para su propia seguridad cuando pude volver a los brazos de la persona que realmente me ha mantenido a salvo en todo este tiempo.

—Pero ni siquiera podría llegar a imaginarse que todo esto que está haciendo no le devolverá a su pieza clave para su maldito juego. —añade, recargando por último su fusil para caminar a paso decidido hacia la puerta por la que Ghost me empujó hacia acá  adentro.

—Mi opinión concuerda con las palabras de Alice, ese hombre saldrá de este lugar con las manos vacías o directo a una tumba. —continúa Price, a quien no veía en mucho tiempo.

Ambos salen, armados hasta los dientes, a hacer frente al ataque de Vladimir. Todo esto me preocupa, y solamente por el bienestar de él, por supuesto. No sé qué haría exactamente con mi vida si algo le llegase a pasar, ni mucho menos con su hijo. Ahora con la oportunidad de formar una familia con el hombre a el que amo entre mis manos, todo este chiste del secuestro y la presente batalla a mis afueras, estoy cayendo en la locura, pensando incluso en ideas suicidas o planes en los cuales, no habría vuelta atrás si salen mal.

Todo en lo que estoy pensando, me lleva a cometer una de las peores locuras que he hecho en toda mi vida. Salgo del cuartel en el que, supuestamente, me estaba refugiando, para buscar a Vladimir con desespero.

En medio del caos de las llamas y los disparos, puedo lograr divisar un gran grupo de hombres que caminan con prisas por los alrededores, como buscando algo en específico. Un característico porte en el caminar de uno de ellos llama mi atención. Lo analizo con cuidado, logrando reconocerlo de inmediato; es él, Vlad, mi hombre, quien dispara sin piedad a todo aquello que se mueva, ocasionando desastres a los alrededores de su camino fijo en la nada.

—¡Vladimir! —exclamo su nombre a todo pulmón, logrando captar su total atención.

De nuevo, él posa su mirada en la mía, como la primera vez, logrando cautivarme aquellas ventanas a un alma vacía y marchita por todo lo que seguramente, ha sufrido en su vida. Corro por instinto hacia sus brazos abiertos luego de tirar su arma. Antes de tan siquiera, poder sentir su calor de nuevo, un disparo interrumpe nuestro reencuentro, y de inmediato, yo caigo al suelo, rendida por el dolor en mi abdomen.

Continuará

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Continuará...

ESTOCOLMO {Vladimir Makarov}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora