Cama Ajena

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Mis pesados párpados no me dejan despertar a gusto, ni mucho menos el recuerdo de lo que sucedió el día anterior

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Mis pesados párpados no me dejan despertar a gusto, ni mucho menos el recuerdo de lo que sucedió el día anterior.

Mis ojos se abren con violencia al llegarme a la mente el sitio donde me dormí, y ahora, en el que despierto... una cama ajena a la mía, dándome a entender que nada fue una horrible pesadilla y que todo lo que viví fue tan real como la destrucción del aeropuerto principal de Moscú, de todas aquellas muertes, de toda mi tormenta de emociones al lado de un monstruo a el que le parecí patética, tal vez un show entretenido o un dolor de cabeza.

Miro hacia un reloj cercano de la cama en la que desperté, son las tres y diez de la madrugada. La habitación es enorme y dispone de mucho lujo a pesar de estar semi-vacía, ¿tal vez oro? ¿tal vez plata? ¿tal vez mármol? Muchas preguntas me rondan en la cabeza, analizando el poder y dinero que debe tener ese maldito loco como para tener una habitación de invitados así. Me siento con dificultad, mis músculos siguen tensos, duele el sólo tratar de adoptar otra posición, obligándome a quedarme recostada en el respaldar de la cama. Miro hacia todos lados entre la tenebrosa oscuridad de este cuarto, la cual solamente obtiene una tenue iluminación gracias a los grandes ventanales de mi lado izquierdo.

Unas cansadas pisadas se escuchan desde afuera de la habitación, por supuesto, sentí temor al ver que la sombra se detuvo frente a la puerta, y luego de unos eternos segundos de incertidumbre, el mismo hombre que me acompañaba en la camioneta de hace unas horas entra, arrastrando sus pies hacia la cama. Luce ebrio, o tal vez lo suficientemente cansado como para tener esta asfixiante aura macabra a su alrededor.

—La bella durmiente al fin despierta. —dice despreocupado, rodeando la cama para llegar hasta donde estoy acurrucada contra el respaldar de la cama, tratando de alejarme de él.

Se sienta con naturalidad, como un inofensivo felino, se acerca a mi, para acomodar uno de mis rebeldes mechones de pelo tras mi oreja.

—Te ves tan asustada, tan vulnerable, tan frágil... como una hermosa muñeca de porcelana. —me halaga, con su marcado acento ruso. Está ebrio, definitivamente.

Su chaleco antibalas y el resto de su armamento ya no están por ningún lado de su elegante traje, así que me relajo un poco, estar tensa no le hará ningún bien a mis músculos ya maltratados por haber dormido tan mal todas estas largas horas. La habitación queda en total silencio mientras ambos nos miramos a los ojos. Sus enigmáticos y exóticos iris me perforan hasta el alma por su intensidad, mis débiles ojos apenas son capaces de mirarlo y no caer rendidos por el agotamiento, pero, esta guerra de miradas es lo suficientemente interesante para aguantar.

—¿Cómo se llama usted? —pregunto en un débil susurro, apenas audible incluso en este silencioso cuarto.

Él desvía sus ojos hacia los grandes ventanales, los cuales ahora son adornados con finas gotas de agua provenientes de una suave llovizna que apenas está comenzando. Luego, vuelve a mirarme, con tal intensidad que siento que con sólo sus hermosos ojos es capaz de quemarme la piel.

—Vladimir Makarov, ¿y tú, preciosa? —me pregunta, mientras que en sus labios se va asomando una débil sonrisa siniestra.

Los nervios se apoderan de mi otra vez, ¿debería decirle o no? ¿tal vez mentirle? No lo sé, estoy ante un hombre impredecible y violento. Cualquier paso en falso me llevaría a que él mismo acabe con mi vida aquí, ahora mismo, con sus manos sobre mi cuello, asfixiandome con su imponente cuerpo sobre mi...

A ver, un momento, ¿en qué estoy pensando? ¿en mi muerte o en una sucia fantasía con este hombre a quien apenas conozco y que de antemano sé, que es el peligro en persona?

Digo mi nombre completo luego de unos eternos minutos en silencio. Makarov hace un sutil gesto de aprobación con su cabeza y se dirige hasta el otro lado de la cama, donde se recuesta sin invadir tan siquiera un poco mi lado de la cama.

Así que, ¿esta es su habitación? Debí suponerlo desde el primer segundo en el que se sentó con total confianza a mi lado, para rozar su áspera mano con mi rostro para acomodar mi pelo con total delicadeza. Por obvias razones, debí sentir terror ante la cercanía de su piel contra la mía, pero provocó un efecto totalmente contrario e inesperado, se sintió muy cálido, me sentí segura, relajada, y atraída ante su misteriosa imagen. ¿Por qué estoy pensando así de un terrorista, de un asesino? ¿Por qué ahora no le temo, cuando debería hacerlo más que nunca por su estado de ebriedad?

—¿No dormirás acaso? —pregunta, somnoliento, sin siquiera abrir los ojos.

Aún sigo acurrucada en un extremo de la cama, incluso con el alto riesgo de caerme de espaldas por seguir alejándome poco a poco de él, cuando una gran distancia nos separa por mis excesivos nervios a acercarme.

—Hay varios kilómetros entre tú y yo, acomódate con confianza. —vuelve a hablar, esta vez convenciendome a regañadientes de tratar de dormir plácidamente al lado de él, un jodido asesino de sangre fría.

Me estiro con cuidado de no hacer movimientos muy bruscos, con total cautela logro encontrar una posición lo suficientemente cómoda para tratar de hallar una miserable pizca de sueño, que por supuesto, nunca llega. Las vueltas que doy en mi propio lado de la cama se van volviendo más toscas, hasta el punto de llegar a incomodar a Makarov, quien me sorprende por la espalda y me sujeta con firmeza entre sus brazos, evitando que siga rodando, evitando que siga revolviendo las sábanas, por último, tomando ventaja para abrazarme con una buena y justa razón, cosa que me pone nerviosa.

—Trata de dormir por una buena maldita vez. —me ordena, atrayendo mi cuerpo aún más al suyo, el cual está caliente por el licor que probablemente estuvo tomando en exceso.

Mi cuerpo comienza a temblar al sentir la pesada respiración de Makarov en mi nuca. Sus profundos suspiros acarician con suavidad mi pelo y piel, y de paso, logran aumentar mis indiscretos espamos por el miedo y nervios que me provoca estar en una situación así con este hombre. ¿No debería estar siendo torturada en estos momentos? Por supuesto que si, y espero que el alcohol le ayude a olvidar todo lo que ha dicho y hecho esta noche conmigo, porque seguramente todo esto tendría sus consecuencias, no debería sentirme tan cómoda y relajada al estar cerca suyo, envuelta en su extraño abrazo, no debería tener este atrevimiento ni mucho menos permitirlo, podría enojarlo al día siguiente y sería yo quien pague por todo.

 ¿No debería estar siendo torturada en estos momentos? Por supuesto que si, y espero que el alcohol le ayude a olvidar todo lo que ha dicho y hecho esta noche conmigo, porque seguramente todo esto tendría sus consecuencias, no debería sentirme tan...

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Continuará...

ESTOCOLMO {Vladimir Makarov}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora