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— ¿Se siente mejor?— Preguntó sorpresivamente con voz suave la profesora a la pequeña niña de Griffyndor.
— Es como si nunca hubiera estado ahí.— Hablo la niña maravillada viendo su brazo para después limpiarse las lágrimas. — Gracias, profesora Stankov.
Agradeció con una amplia sonrisa y se fue como si no se hubiera acercado a la armadura mágica y esta la haya lastimado.
—¿No es maravillosa la curiosidad de los niños?— Preguntó una voz tranquila a sus espaldas observando como la niña se iba dando saltitos por el pasillo.
— Diría que es curioso.— Respondió con una pequeña sonrisa aún mirando a la pequeña niña Gryffindor.
—¿Curioso?— Dumbledor se mostró curioso ante sus palabras .— ¿En qué forma?
—Los niños son tan...volubles y una mala experiencia los puede marcar para siempre, pero otra buena podría recompensarlo, si la obtiene en el momento correcto.– explicó con tranquilidad la rubia.– Tenemos un gran responsabilidad en las manos ¿no lo cree?
— Entiendo...– Hablo pensativo el profesor con la mirada en el suelo después la observo.– Si que la tenemos,señorita Stankov.–concordó el profesor con una pequeña sonrisa. >>Tiene una extraordinaria habilidad de sanación, una que parece salirle con naturalidad. – Comentó con la mirada atenta a cada expresión del rostro de la rubia.— No me imagino cómo logró obtenerlas, ¿sanar sin una varita? Simplemente sorprendente.
La joven sonrió casi con nostalgia manteniendo su rostro sereno.
– Supongo que es algo de linaje. Mi padre podía hacerlo y su madre antes de él.– Se alzó ligeramente de hombros con la mentira resbalándose con facilidad de su boca.— Aunque, como ya sabe, las varitas solo son el conducto, el poder está en nosotros.
Dumbledore asintió con una sonrisa calmada y satisfecha.
—Si no le molesta que pregunte, ¿por qué de todas las profesiones decidió ser profesora?. No me malentienda aprecio mucho ser profesor, pero nunca pensé que usted estuviera destinada a serlo.
