CAPITULO 33.

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Lucius Malfoy dormía profundamente en su cama de roble blanco

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Lucius Malfoy dormía profundamente en su cama de roble blanco.

La habitación era pulcra y fría, decorada como el ala infantil de una casa donde el afecto se disfraza de lujo.

La luz de la luna entraba tímida por las ventanas altas.

Y entonces, ella apareció.

Como siempre.

Vestía de negro, con el cabello rubio cayéndole en ondas sobre la espalda y una sonrisa apenas dibujada en los labios. Se sentó en el borde de su cama y lo observó dormir.

—Hola, pequeño dragón —murmuró, como si pudiera oírla.

Lucius, aún dormido, respondió con una sonrisa leve. Estaba soñando. Y en el sueño, ella estaba allí. Como cada noche desde hacía ya varios años.

En el mundo onírico, Stella leía con él en la biblioteca prohibida.

Le enseñaba encantamientos avanzados escondidos entre cuentos de hadas.

Le hablaba de historia, de política mágica, de runas, de artefactos antiguos...

Y por alguna razón, él nunca la olvidaba.

Ni siquiera cuando despertaba.

—¿Vas listo para Hogwarts, mi niño bonito? —le dijo Stella en el sueño, apoyando una mano en su cabello cuidadosamente peinado.

—Sí —dijo Lucius, con ese orgullo heredado de los Malfoy, pero con un brillo en los ojos que no era de Abraxas, sino de Stella—. Pero no me gusta irme sin ti.

Stella sonrió, acariciándole la mejilla.

—Vas a hacer cosas grandes, Lucius. Y aunque no esté... estaré viéndote.

—¿Cómo? —preguntó con la inocencia de los once años.

—Tengo mis métodos —respondió con un guiño. Y era cierto. No había vínculo que ella no pudiera crear... o romper.

𝐁𝐔𝐑𝐊. (𝑻𝒐𝒎  𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora