POV ARTEM ROMANOV
Estaba hasta la puta coronilla de trabajo. No había descanso, ni una maldita pausa. Pasaba los días solucionando lo que podía por llamadas, videollamadas y correos. Lo que requería mi presencia física se lo dejaba a Sergei, y aunque él no se quejaba, sabía que tarde o temprano tendría que meterme yo. Pero, por ahora, que el mundo se jodiera un rato. Había tomado una decisión: agarrar a Lia, ignorar sus protestas, y sacarla de la rutina de mierda en la que estábamos atrapados en ese momento.
La había llevado a la isla de Palawan, en Filipinas. Solo una semana, nada más. Una maldita semana que creí que nos merecíamos, aunque fuera a costa de todo lo que estaba dejando en pausa. Necesitaba ese tiempo con ella. Necesitábamos desconectar de todo el caos, aunque fuera por unos días.
Solo ella y yo.
El aire salado se mezclaba con el sonido rítmico de las olas golpeando la arena. Nos encontrábamos sentados frente a las aguas cristalinas de la playa privada que había alquilado para nosotros. Una vista jodidamente perfecta, que pronto dejaría de ser solo alquilada, porque tenía la intención de comprarla. ¿Por qué no? Podría costarme un jodido ojo de la cara, pero no me importaba. Si era para ella, valía cada centavo.
Lia estaba recostada contra mi pecho, su cuerpo cálido encajando perfectamente con el mío. Suspiró, rompiendo el silencio, mientras su mirada se perdía en el horizonte teñido de naranja por el atardecer.
—No sabía que necesitaba esto.
Observé cómo sus labios se curvaban apenas en una sonrisa mientras el viento jugaba con su cabello. El reflejo del sol en su piel le daba un brillo que parecía irreal. Era hermosa, incluso más de lo que tenía derecho a ser, y cada segundo a su lado me recordaba lo jodido que estaba por ella.
—Es lindo —agregó después de un momento, como si admitiera algo que no se había permitido pensar.
—No. —Le respondí con una sonrisa ladeada mientras mis brazos la apretaban contra mí—. Es lindo porque estoy aquí.
Levantó la mirada hacia mí, con esa mezcla de incredulidad y sarcasmo que siempre lograba arrancarme una sonrisa.
—¿Siempre tienes que ser tan egocéntrico?
Me incliné hacia ella, dejando que mi aliento rozara su oído mientras respondía con una voz baja, grave, casi un susurro.
—Siempre, serdéchko (corazoncito)
Su risa rompió el momento, ligera y contagiosa, y por un instante, el mundo entero dejó de importar. Estábamos solos, alejados de todo, con el océano como único testigo. Le besé la cabeza y dejé que el silencio se instalara de nuevo entre nosotros. No necesitábamos palabras. A veces, estar con ella era suficiente para calmar el ruido constante en mi mente, ese zumbido interminable de responsabilidades, problemas y decisiones de mierda. Aquí, con ella, era diferente.
De repente, su voz rompió el momento de paz, inesperada y directa, como solo ella podía ser.
—¿Quieres tener sexo hoy? —preguntó con una naturalidad desarmante—. Me apetece mucho a mí.
La carcajada me salió antes de poder detenerla, resonando en el aire tranquilo de la playa. Lia, sin embargo, no compartió mi humor. Su rostro se tornó rápidamente de un rojo intenso, pero no era vergüenza. Ni de cerca. Era pura, jodida ira contenida, y verla así solo me hizo reír más fuerte.
—¡¿De qué te ríes?! —espetó, su mirada fulminándome mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, un gesto que sabía que hacía cuando estaba a punto de explotar.

ESTÁS LEYENDO
OSCURA ATRACCIÓN
Teen FictionArtem Romanov y Lia Romanova, criados como hermanos bajo la sombra del pakhan de la bratva rusa, comparten un vínculo especial que trasciende los lazos de sangre. A medida que el tiempo avanza, el inocente afecto de la infancia se transforma en un a...