CAPÍTULO 50

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POV LIA ROMANOVA

—Necesitabas a alguien a tu lado mientras afrontabas esa verdad tan dolorosa —susurré, mi voz apenas audible tras escuchar todo lo que había pasado.

Artem clavó sus ojos en los míos, llenos de esa intensidad implacable que lo caracterizaba. Después de un par de segundos, asintió lentamente, aunque la tensión en su rostro no disminuyó.

—Tenía a Sergei. Es como un hermano para mí —murmuró con voz rasposa—. No se supera fácilmente, pero siempre pesa más todo lo que ellos hicieron, el amor que me dieron... la oportunidad de vivir. Estaría muerto de no ser por ellos, por el cáncer.

Mis manos se tensaron sobre las suyas al escuchar aquello. Odiaba la mención de esa parte de su vida, odiaba pensar en el niño que había sufrido tanto, y aún más odiaba la sombra de esa enfermedad, que siempre parecía amenazar con regresar.

—Las misiones, el estar a cargo de las cosas en Rusia mientras me preparaba para, en un futuro, tomar el lugar de nuestro padre, también ayudaron —continuó, como si necesitara sacarlo todo de golpe—. Me concentré solo en eso.

Apreté su mano y tomé una profunda bocanada de aire, preparándome para lo que iba a decir.

—Sé lo que significa la bratva para ti, y no quiero que nadie cuestione tu lugar —comencé, con la voz lo más estable posible—. Por esa razón he tomado una decisión: voy a difundir una mentira sobre mí.

Su ceño se frunció de inmediato.

—¿Qué mierda estás diciendo?

—Escúchame. —Le pedí, levantando una mano para detenerlo antes de que empezara a discutir—. Nací en la bratva, siempre seré parte de ella. Eso no cambia. Pero mi destino no está en ella. Formé mi propio camino y ahora soy parte de la Yakuza. Soy un Spetnaz...

Lo vi parpadear, intentando procesar mis palabras.

—He ordenado que se difunda que soy adoptada. Así no seremos una aberración ante los ojos de todos. Así nadie se rebelará, porque no necesitamos más guerras. No de las que podemos resolver sin derramar sangre.

—No —dijo con firmeza, interrumpiéndome—. No voy a permitir que hagas algo así por mí.

—Artem...

—¡No importa que tenga que resolver esos conflictos internos, lo haré! —gruñó, sus ojos destellando furia mientras se inclinaba hacia mí—. Nada pasará. Tú tranquila.

Agarró mi rostro entre sus manos y me besó, con la intensidad de alguien intentando cerrar una discusión a la fuerza.

—No. —Lo interrumpí, alejándome de su toque—. Ya está hecho. Lo hice por ti.

—¿Por qué harías algo así? —exigió—. ¡Joder, Lia! ¿Qué demonios crees que estás haciendo?

—Te estoy protegiendo. Porque eso hacemos por las personas que amamos. También te puedo cuidar, ¿sabes? También deberías permitírmelo de vez en cuando.

—No necesito que lo hagas. No importa lo que tenga que hacer, resolveré esto. Lo haré. Pero no permitiré que difames tu propio nombre por mi culpa.

—Es mi decisión y ya está hecho.

Me levanté rápidamente, esquivando su mano cuando intentó detenerme.

—Amor, no tienes por qué enojarte. Ven, hablemos...

—¿Acaso me ves inválida? —Lo enfrenté, sintiendo cómo la rabia se apoderaba de mí—. ¡A la mierda los hombres y su orgullo! ¡Nosotras también podemos protegerlos!

OSCURA ATRACCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora