XXII: Mary Jane

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Lo que más me gusta en esta vida es disfrazarme para Halloween. Por
ejemplo, el año pasado me disfracé de Daphne, la de Scooby-Doo. Gané el segundo puesto en el concurso del colegio. El primero se lo llevó un alienígena.

Taly va disfrazada de ninja.
Este año me disfrazo de Hermione, de Harry Potter.

Estoy esperando a que Pablo me pase a buscar. Me subo las medias a la rodilla, pero no hay manera de que se queden en su lugar.
-¡Mía!

-¡Manuel! -respondo de manera automática. Es nuestra versión del juego de Marco Polo.
Entonces levanto la vista. Ahí está él, de pie delante de su auto.
Disfrazado de Harry Potter. Túnica negra, lentes, cicatriz con forma de
relámpago en la frente, y varita mágica.

Los dos reímos. ¡Entre todos los disfraces posibles!

-¿Necesitas que te lleve, Hermione? -dice, y hace sonar las llaves.

Miro mi celular. Pablo llega cinco minutos tarde, como siempre. No puedo quejarme: me lleva gratis. Pero si voy con Manu, no voy a tener que apurarme para llegar a clase. Pero seguro que está a punto de llegar.

-Gracias, pero estoy esperando a Pablo.

Manuel asiente.
-Ah, sí... Claro. -Se dispone a subir a su auto.

-¡Expelliarmus! -grito yo.

Él se vuelve y responde:
-¡Finite! -Y los dos sonreímos como bobos.

Se va, y cuanto más se alarga la espera, más enojada me siento. Cuando llega, voy corriendo y entro sin decir ni hola. Extiendo la túnica sobre mi regazo como una manta porque la pollera es muy corta.

Los ojos se le ponen como platos.
-Estás hermosa -exclama con tono de sorpresa-. ¿Qué sos?

-Soy Hermione. -Pablo sigue con cara de haberse quedado en blanco-. De Harry Potter.

-Ah, sí.

Lo miro de arriba abajo. Lleva ropa de todos los días.
-¿Dónde está tu disfraz?

-Los chicos y yo nos vamos a cambiar justo antes del concurso. El efecto va a ser mejor si lo desvelamos todos a la vez.

Sé que quiere que le pregunte de qué se disfraza, pero no tengo ganas de hablar con él, así que me quedo sentada, sin decir nada y mirando por
la ventana. Espero a que me pregunte qué me pasa, pero no lo hace. Es
un auténtico inconsciente: creo que ni siquiera se dio cuenta de que estoy
enojada.

-Me gustaría que no llegaras tarde todos los días -suelto de repente.

Él frunce el entrecejo.
-Bueno, perdón. Estaba organizando mi disfraz.

-Hoy estabas organizando tu disfraz. Pero siempre llegas tarde.

-¡No llego siempre tarde!

-Hoy llegaste tarde, y ayer, y el jueves pasado -digo, mientras miro por la ventana. Las hojas de otoño ya empezaron a caer-. Si no vas a ser puntual, no quiero que me sigas llevando.

No hace falta que mire; sé que me está fulminando con la mirada.
-Perfecto. Así voy a poder dormir cinco minutos más. Mejor.

-Muy bien.

Más tarde, durante el concurso, Vico y yo nos sentamos en el balcón del teatro. Ella está disfrazada de la reina de corazones.
-Vos también tendrías que presentarte. Seguro que ganarías algo -le digo.

Los chicos del grupo de Pablo son superhéroes. Están Batman, Supermán, Iron Man y el Increíble Hulk, aunque el nivel de esfuerzo varía. Pablo está disfrazado de Peter Parker. En el escenario se dedica a sobreactuar al máximo. Los otros chicos fingen que se pelean, con las capas volando por todas partes. Él intenta escalar una columna, pero director Dunoff lo frena antes de que pueda llegar lejos. Ellos ganan el premio al mejor disfraz de grupo.

A todos los chicos de los que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora