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— ¿Por qué me mientes Giana? Pensé que habías depositado tu confianza en mí

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— ¿Por qué me mientes Giana? Pensé que habías depositado tu confianza en mí. — Tu tono decepcionado pareció hacer efecto en ella.

— ¡Por supuesto que lo he depositado! — Exclamó con desesperación, sus manos volvieron a temblar. — Es un tema personal del señor, mi señora. Por favor hable con el señor de sus dudas, podría meterme en problemas.

El teléfono de la pared sonó, Giana lo vio como su salida de la situación. Prácticamente corrió a contestarlo.

Tú te viste en el espejo, estabas perfecta. De pies a cabeza una belleza, siempre supiste que eras hermosa. Tenías muchos pretendientes en la escuela de Jujutsu cuando estudiabas, pero los rechazabas ya que te enfocabas en tus estudios y misiones. Incluso recuerdas ir a misiones, con tu rostro y belleza cautivabas al enemigo para hacerlo caer en una trampa, funcionaba siempre. Una gran arma sin duda.

Suspiraste en alta voz, todas esas cosas eran pasadas.

— Mi señora, el auto del señor ya entró al territorio. Tenemos que darnos prisa, debe estar en la puerta para recibirlo.

Otro suspiro de desgano se escuchó en la habitación. Te levantaste de la silla y tomaste el camino hacia la puerta principal, observabas como todo el personal de sirvientes estaba en la planta baja. Todos parecían tener su lugar.

— Mi señora, puede pararse en el medio. En unos momentos el señor entrará por la puerta. — Indicó Giana, para ponerse unos pies detrás de ti junto con los demás sirvientes.

Miraste la puerta aborrecida, por ti le darías una bienvenida a Satoru diciéndole miles de barbaridades y palabras vulgares. Pero debías seguir tu papel de actriz.

Arreglaste tu rostro, pusiste en tu cara la sonrisa más grande en tu rostro.

Dos sirvientes fueron directo a las puertas, los dos abrieron la gran puerta de par en par.

Allí se vio a Satoru, con su uniforme pero con su banda colgando del cuello. Casi flaquean tus piernas al verlo, toda tu confianza casi se va al suelo. Lo mismo pasó para todos los sirvientes, empezaron a temblar, todos se pusieron de rodillas y pegaron su cabeza al suelo. Giana hizo una reverencia de 45 grados, una reverencia que significaba un respeto demasiado grande a un superior. Tú ni siquiera sabías que hacer, miraban a todos de reojo.

¿Debías reverenciarte también?

Decidiste hacer una reverencia de 25 grados, esta indicaba que era un saludo pero también respeto a la persona de enfrente. Luego de eso volviste a erguir tu espalda.

— Todos, retírense.

La voz profunda de Satoru invadió el espacio, todos los sirvientes con cuidado volvieron a ponerse de pie pero antes de salir de la vista de Satoru hicieron una reverencia de 90 grados. La que indica que es una reverencia de profundo arrepentimiento.

Giana seguía en su misma posición, no había erguido su espalda. Seguía estática.

— Giana.

Ella enderezó su espalda, ahora si dirigiendo su mirada hacia el. Satoru extendió una tableta. Ella la agarró en sus manos para alejarse nuevamente detrás de mi.

El por fin había centrado su mirada en ti, toda una corriente pasó por tu cuerpo que casi te hizo sacudir. Al verte sonrió en grande como si por fin hubiera encontrado su recompensa, te agarró en brazos y te alzó del suelo dándote una vuelta.

— ¡Satoru! — Chillaste por el repentino movimiento.

— ¡Perdón, perdón. Te extrañé demasiado, mi reina! — Bramo con alegra. Posó sus dos grandes manos en tu rostro, estás casi cubrían completamente tu cara. Acaricio tus mejillas como la cosa más delicada del mundo mientras sus ojos venían tu alma.

El unió sus labios con los tuyos en un beso. Abriste tus ojos de par en par con asombró y disgusto. Quisiste cerrar tu boca pero no podías, el empezó a mover sus labios contra ti. No querías, pusiste tus manos en sus hombros queriendo alejarlo pero el lo ignoraba. Una de sus manos se posó en tu trasero dando un fuerte apretón haciéndote chillar de sorpresa. Lo tomó como una oportunidad para abrir a su lengua paso a tu boca y empezó ese beso vulgar. Empezabas a quedarte sin aire, golpeabas su pecho con tus puños, queriendo separarte. Se hacía eterno y una tortura mientras para el hombre era un manjar. Cuando el se separó de ti había un hilo de saliva que colgaba desde sus bocas, quisiste vomitar al ver eso.

Ese era tu primer beso, se suponía que lo harías con el hombre que escogieras como el indicado. Pero Satoru ya robó tu libertad ahora robó tu beso.

Saliste del trance, cuando sentiste otro apretón en tu trasero. Centraste tu mirada en el, el te miraba como si hubiera hecho lo más bueno del mundo, el estaba orgulloso de lo que hizo. Estrujaste tus cejas, te sentiste furiosa. Estabas a punto de abrir tu boca para insultarlo de mil maneras...

— Mis señores, hay una llamada. — La voz de Giana los interrumpió.

Una vena notable de enojo en el rostro de Satoru se posó. Para el hombre era mierda que siempre le interrumpieran cuando estaba con su amada.

— ¿Quien puñetas es ahora? Carajo, lo mataré.

— Es el señor Suzuki.

Al escuchar ese apellido abriste tus ojos nuevamente, ese apellido era el apellido de Irene.

— El tiene negocios que atender en Tokyo y por petición de su esposa pregunto si podía visitar el clan y cenar.

Satoru pareció analizar y luego giró sus ojos con fastidio.

— Bueno el hombre no es relevante, puedo matarlo. Dile que no.

— ¡Espera! — Casi gritaste por la desesperación, la atención de Satoru se posó en ti. El arqueó una ceja aturdido, tú tragaste saliva. — Me encantaría que se quedaran a cenar Toru' por favor.

El volvió a sonreír, parecía que ese hombre nació y estaba sonriendo. Es aterrador.

— ¡Bueno, como lo ordené mi reina! Se ha portado bastante bien estos días que estuve ausente, me ha hecho sentir muy orgulloso. — El apretó tu nariz con "cariño" tu solo fingiste una sonrisa. — Dile al señor Suzuki que es muy bienvenido esta noche a cenar.

— Así será, señor.

— ¡Pero! — el tomó tu rostro entre sus manos. — Tendrás que darme otro beso como recompensa.

Asentiste frenéticamente.












AF

𝐂𝐚𝐫𝐢𝐧̃𝗼𝐬𝐚𝗺𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚𝗺𝐢𝐠𝗼𝐬. ||𝐆𝗼𝐣𝗼 𝐒𝐚𝐭𝗼𝐫𝐮||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora