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— ¡Ah que vagancia tengooo! —Se quejó el hombre en voz alta, después de arrastrarte hacia su habitación.

Satoru se dejó caer en la gigante cama, dejando descansar sus largas piernas. Te quedaste estática ahí parada, en silencio sin saber que hacer o decir. No estabas segura.

— ¿Por qué estás tan callada, muñeca? Ven aquí. — Hablo el, enderezando su espalda quedando sentado.

Insegura te acercaste a él, metiéndote entre sus piernas. Al instante el puso sus manos en tu cintura, te estremeciste ya sabías que algo iba a salir mal. Te daba asco no quería que te tocara.

—¿No me preguntaras como fue mi misión?

— ¿cómo te fue Toru'? ¿Te resultó fácil? — Preguntaste con pesar.

— ¡Pan comido! Fue una estupidez, las cosas que me hacen hacer para dejar tu lado. — Sonrió orgulloso de sí mismo, con altanería. — Extrañé mucho tu cintura, muñeca. Es tan pequeña comparada con mis grandes manos.

Hiciste una mueca de desagrado, ibas a salirte de entre sus piernas. El apretó más el agarre de tu cintura, empezó a acariciar tu espalda vestida.

— Te admiro tanto, eres una mujer tan fuerte, amable, cariñosa, gentil, poderosa y independiente.— Expresó alabándote, miraba cada detalle de ti. Volteaste tu cabeza a otro lado, apretando los dientes para no soltar ningún insulto. — Lo tienes todo, muñeca.

— Menos libertad. — Pronunciaste con una voz parecida a un susurro.

El simplemente se carcajeo como si de un chiste se tratara, dejó descansar su cabeza en tu barriga. Tus manos picaron, comenzaste a sentir la necesidad de acariciar ese sedoso y hermoso cabello color blanco. Sin estar ni siquiera consciente lo empezaste a acariciar, haciendo caricias suaves. La respiración de Satoru se volvió pacífica casi como si podría quedarse dormido, arrugaste la nariz se veía tan adorable e inocente.

Mientras seguías acariciando su cabello te seguías preguntando el porqué un hombre que se ve así podría ser así de perverso. ¿Por qué? ¿Por qué estaba tan dañado? ¿Que lo hizo ser así?

Preguntas que necesitabas saber, pero en otra lucha se desataría.

— Podría quedarme dormido...— Pronunció con una voz lejana, de repente te sacudió sorprendiéndote y dando un salto. — ¡PERO! tenemos una cena a la que asistir.

El dejo ir el agarre de tu cintura, dejándote libre de alejarte. El se puso de pie, dejando en claro su diferencia de estatura.

— ¿por qué insististe en que vinieran esas personas? No es para tanto, te aseguro que iba a ser más divertido si pasamos tiempo a solas.

Satoru empezó a caminar lentamente hasta el closet, lo seguiste con la mirada.

— Bueno la señora Suzuki me hizo sentir muy cómoda y tenemos varias cosas en común, me gustaría pasar tiempo con otra mujer que no sea Giana. Créeme que no es para nada divertida. — Mencionaste lo último con un poco de diversión.

Satoru se carcajeo fuerte.

— ¡Eso sí es cierto!

— La señora Suzuki me mencionó que se casó bastante joven. — Dijiste mientras tomabas asiento en la cama.

Satoru paró sus movimientos, suspirando.

— Si, escuché algo sobre eso. — Respondió con desdén.

— ¿Sabes el por qué?

— Mira, Gen. Son cosas que pasan en los clanes hechiceros, si necesitan aliarse con otro clan y un hijo es la tregua. Harán un matrimonio forzado, no importa que te tienes que casar para enorgullecer tu clan. — Respondió con seriedad. — Pasa bastante seguido.

Te quedaste perpleja y asqueada. Lo sabías, sabías sobre las tradiciones extraña de los clanes. Tu no venías de ninguno, eras extranjera pero Maki te lo había mencionado. El infierno que es para una mujer nacer en un clan hechicero más uno como el Clan Zenin.

— ¿No importa la edad?

— No Gen, tienes que casarte y dar herederos no importa la edad de la mujer.

Oh por Dios.

Tragaste saliva con temor. Algo claramente apuntaba a que si no encontrabas una manera de huir de Satoru ese iba a ser tu destino.

¿Qué pasó con los tiempos en los que éramos amigos? Que éramos como hermanos.








AF

𝐂𝐚𝐫𝐢𝐧̃𝗼𝐬𝐚𝗺𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚𝗺𝐢𝐠𝗼𝐬. ||𝐆𝗼𝐣𝗼 𝐒𝐚𝐭𝗼𝐫𝐮||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora