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Patrick

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Patrick...

-Señor Duke- reaccione cuando ya iba en el coche, uno al cual no recordaba cómo me había subido. A mi lado, Jack, me revisaba y se veía bastante preocupad. -Señor, ¿está bien? -

-Yo... ¿Dónde está Rell?-

-La señora está en su casa, preparando la mudanza-

-¿Mudanza?- fruncí el ceño.- ¿nos mudamos?-

Negó -Señor, se acaba de divorciar, la señora se va a mudar. Esa es su casa y ella decidió irse. Estamos de camino a la oficina ¿quiere regresar a su hogar? -

Iba a decir que si, pero no lo hice -llévame a la empresa, el señor Walts espera-

Otra vez esa mirada de decepción -está bien señor-

Ambos nos mantuvimos en silencio, mientras yo miraba por la ventanilla y pensaba en todo lo que acababa de pasar. Mi asistente estaba trabajando en su tablet. Su móvil sonó y respondió -Si, hola señora Duke-

Ella, estaba seguro de que iba a desistir. Me acomode, estirando mi brazo y esperando que me diera su celular, pero no fue así.

-...-dijo algo que no escuche.

-Lo siento- Jack sonrió -señorita Hamilton- ese era el apellido de su padre. -¿En qué puedo ayudarla?-

-...-

-Lo entiendo, ¿quiere quedárselo o llevárselo? - Me sentía desesperado, quería hablar con ella. -le preguntare, aguarde un momento- se quitó el aparato del oído, viéndome y a mi brazo -¿quiere algo o le dio un calambre?- frunció el ceño.

-Yo...- me sentí realmente avergonzado -pensé que...- aclare la garganta -¿qué quieres preguntarme?-

-La señora Du..- se corrigió -la señorita Hamilton dice que si quiere tener a Cosmo y Wanda una semana cada uno o si los quiere usted- esos eran nuestros perros.

Los cachorros que habíamos adoptado en un viaje de vacaciones en nuestro primer año de novios a la ciudad de Londres desde Cambridge, donde estudiábamos. Los cachorros estaban en una caja en una plazoleta, insistió tanto y dijo que de momento ella se haria cargo. Ya que yo no tenía ni una libra para comprarles algo de comer.

-Señor...- me saco de mis recuerdos. -¿qué quiere hacer con las mascotas?-

Moví la cabeza -No tengo tiempo para ellos, déjaselos. - nuestros, eran de los dos. Lo único que me mantenía unido a ella, quería decirle que no lo hiciera, que los criamos juntos. Pero ¿tenía derecho de hacerlo?

-Está bien- me respondió y volvió a su móvil -Señorita, puede llevárselos. -

Mi cabeza estaba jugando conmigo desde la mañana. Parecía como si estuviera al borde de la muerte y mi mente se empecinara en mostrarme todos los momentos felices. En cada maldito fragmento, ella era la protagonista y yo su fiel fan.

El Precio de tu CariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora