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Fiorella

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Fiorella...

No había sentido el toque de él ni de ningún hombre desde hacía un año y medio. Claro que mi cuerpo iba a reaccionar de aquella manera, más si se trataba de él. Ese hombre, uno que había amado y aún seguía queriendo. El olor a su colonia mezclado con el aroma fuerte del alcohol me estaba embriagando.

El tono áspero de su voz, su aliento caliente y su mirada penetrante, me estaban envolviendo nuevamente. Claro que quería irme con Ethan a casa, pero antes tenía que calmar a la bestia que tenía frente a mí. Sus manos sostenían mi pecho de manera grosera, apretándolos por encima de la tela.

-Mis nenas- sonrió queriendo quitarme la ropa de arriba, pero me negué. Sabía que mis pechos estaban llenos de leche y que si él los chupaba, se daría cuenta de que había tenido un hijo.

-No me quites la camiseta, no me gusta- me negué.

Puso mala cara, pero acepto. Se colocó de pie y me tomo de la cintura, alzándome como si no pesara nada. Camino conmigo escaleras arriba hacia nuestra antigua habitación matrimonial. Con sumo cuidado me dejo en el colchón y se arrodillo de nuevo, quitándome el vaquero y dejándome solo en bragas. Su mirada se oscureció viendo mi cuerpo semidesnudo, colocando una sonrisa de lado que a cualquiera hubiera mojado.

-Cariño- comenzó besando mis piernas -eres tan hermosa, tan perfecta-

No dije nada, solo lo observe, sintiendo como mi piel se erizaba al roce de sus labios tocando mi piel, humedeciendo cada centímetro hasta llegar a mi zona intima -Patrick.-gemí cuando sentí su aliento caliente en mi ropa interior.

-Al parecer, llegue al tesoro- soltó una risilla.

Hijo de puta, sabía muy bien lo que estaba haciendo.

Sus manos rompieron mi braga y no dudaron en comenzar a jugar con mi feminidad, su lengua la recorrió chupeteando en el lugar preciso, donde no pude más y gemí su nombre -Pat-

-Soy tu Pat- sonrió con los labios brillosos, volviendo a jugar con su lengua hasta que tuve un orgasmo.

No se detuvo allí, se quitó los pantalones y su polla erecta se asomó, con la que me había embarazado y dado el mejor regalo de mi vida. Me relamí los labios, pensando en que la iba a tener en mi interior otra vez.

Patrick se levantó, acomodándose entre mis piernas, viéndome, como si me comiera con los ojos.

La primera estocada, me quito el aire y dejo un poco absorta en el placer. Su gran miembro se había introducido con una fuerza que me estaba volviendo loca. Mis paredes parecían querer acostumbrarse mientras él comenzaba un desenfrene de estocadas sin piedad que solo producían descargas en mi cuerpo.

Mis manos fueron a sus brazos y se clavaron allí -Pat-

-Si cariño, soy Pat- gruñó, mordisqueando mi lóbulo.

El Precio de tu CariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora