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Patrick

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Patrick...

Recordaba haber visto como ella se iba de la habitación, pero mi cuerpo no reaccionaba. Podía deberse al hecho de que había estado bebiendo sin parar y no había dormido en varios días. Su mirada fría y el tono en que se había despedido de mí, solo me dejaban sabiendo que tal vez, no iba a ser sencillo recuperar a mi esposa.

La mañana siguiente, me desperté cuando Jack me estaba remeciendo. Abrí los ojos y lo vi un poco asustado, y justo detrás suyo. La empleada, quien se veía aún más conmocionada. -¿Cuánto has bebido Patrick?- me ayudo a sentarme en el colchón.

-Yo... ¿Dónde esta Rell?-

-¿Rell?- frunció el ceño -¿Fiorella?-

-¿Quién más?- bufe, sosteniendo mi cabeza por el dolor punzante que sentía. -¿dónde está mi esposa?-

-Ella no estaba aquí- la mujer respondió. -Señor, entre a su habitación cuando no se despertó, recordando que debía abordar un vuelo y vi su móvil que sonaba sin parar. Me asuste y me tome el atrevimiento de ingresar, no pude despertarlo y justo cuando iba llamar a emergencias, el señor secretario entro y él pudo despertarlo-

Sus palabras me hacían doler la cabeza, o tal vez su tono agudo. -¿El vuelo? ¿Qué hora es?-

-Eso no importa señor. - estaba tratándome con honoríficos de nuevo -puede tomarse el día si lo desea-

-No- quería acabar con aquello, además, el mantener la cabeza ocupada en los negocios, iba a aclarar mi mente en los futuros pasos que debía dar con ella. -Avisa que voy en camino, que me esperen. - Me levante, yendo al vestidor por algo para ponerme.

-AH- escuché el grito de la mucama, y recordé que estaba completamente desnudo.

-Salga, Gina- Jack cubrió los ojos de la mujer hasta que salió del cuarto, dio media vuelta y me vio. -¿Ahora es exhibicionista? Señor- me rebajo. Su mirada desaprobatoria, se volvió una un poco sorprendida al ver mi espalda. -Señor...-

-¿Qué?- hable mientras buscaba ropa interior, y algo que ponerme.

Hizo silencio y recordé, estaba desnudo.

-Jack, ¿nunca me habías visto desnudo? -

-Yo...- no supo que decir.

-Estas heridas son tan viejas, como la persona que las causo. -

-¿Quien... quien sería el monstruo?-

Volví sobre mis pies, pasando a su lado para ir al baño -el monstruo, es mi padre. Jack- sonreí y me interne en el cuarto de baño, abrí la regadera y deje que el agua corriera por mi cuerpo. El aroma de mi Rell seguía impregnado en mi piel, pero debía asearme.

Casi había olvidado aquellas marcas, aquellos recuerdos de mi niñez y principio de mi adolescencia. Estaban tan o casi más olvidados, que el rostro de mi progenitor. Al salir, él ya no estaba en la habitación.

El Precio de tu CariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora