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Fiorella

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Fiorella...

Me removí sintiendo el peso de su cuerpo sobre mí, abrí los ojos encontrando a Patrick con un brazo sobre mi abdomen. Mi sorpresa fue cuando mire el espacio que había entre ambos, allí dormía Ethan muy cómodo, su cuerpecito estaba acurrucado contra el pecho del castaño. Sonreí volteando para verlos mejor, mi mano fue a su cabello acariciándolo, haciendo ondas con algunos mechones que estaban un poco más largos que otros. 

Desde esa perspectiva, pude notar la gran similitud que ambos poseían, tenían el mismo perfil. Esa nariz respingada y largas pestañas negras que podrían ser la envidia de cualquier persona en la tierra. Ethan suspiro, entreabriendo sus ojitos mientras se desperezaba.

—Hola bebé —le susurré —buen día a mi príncipe —acaricié su mejilla regordeta.

—Buen día princesa —la voz ronca de Patrick me desestabilizo un poco. Lleve los a él quien me sonreía adormilado —¿Cómo estás? ¿te duele algo? —su mano aun en mi cuerpo, se deslizo por el contorno de mi cintura —¿Qué quieres para desayunar?

—Estoy bien .

Ethan habló —mama...

—Al parecer alguien más tiene hambre —me incline tomándolo. Todavía podía amamantar y aunque él ya estuviera comiendo, el doctor me recomendó comenzar a sacarle el pecho de a poco. Baje la tira de la camiseta, la cual no sabía cómo me había puesto, dejando expuesto mi pecho al cual mi hijo se prendió sin dudarlo. —¿Cuándo lo cruzaste?

—Estaba llorando, me vestí y lo traje. Tuve que hacerlo dormir de nuevo y recién pude ponerte algo de ropa. —se acomodó en el espaldar viéndome alimentar a nuestro niño —Ethan, deja algo a papá. —bromeo. —también tengo hambre.

—No seas idiota —rodé los ojos.

—Así no me decías anoche. —en respuesta a su actitud bromista, lo golpee con una de las almohadas que tenía a mano. —¡Auch!, eso es violencia.

—Agradece que tengo a Ethan en brazos, o te lanzaba con algo más.

Hizo un puchero —soy un esposo maltratado. —gimiendo como si llorara

—Pues no te cases conmigo. —me encogí de hombros.

Él dejo el acting, viéndome serio —eso ni de broma. Ya no quiero más chistes.

Luego de amamantar al pequeño, nos levantamos dispuestos a conseguir algo de comer. Bajamos las escaleras, pensando que la empleada ya estaba allí, pero en su lugar me encontré la casa totalmente vacía, sin un rastro de las niñeras ni de Tommy.

—Les di el resto de la semana libre —él me hablo con cautela —yo... quiero llevar a Ethan y a ti a un lugar especial.

—¿Y el trabajo?

Se acercó a mí, acortando la distancia —el trabajo puede sobrevivir sin mí por unos días. ¿no te parece?

—Pat...

El Precio de tu CariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora