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Charlotte

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Charlotte...

No quise ponerle las manos encima a esa perra, pero cuando vi al perro comenzar a atacar a Patrick me desesperé. No podía dejar que el idiota arruinara su carita cuando no había estado en nuestros planes. Cuando la perra se metió y comenzó a atacarme, me deje llevar y también la golpee. Aun sabiendo que debía encontrarme con él fuera de la cárcel, lejos de la policía, y probablemente estaría muy enfadado porque le puse las manos encima a la "princesa".

Esa noche, cuando lo vi llegar solo, pensé que sería la perfecta para usar la droga que había conseguido. Iba a ser todo como yo quería, por fin podría llevármelo a un cuarto y estar con él. Luego haria que nos tomaran algunas fotos y por fin podría liberar a mi Pat de las garras de la zorra, pero ella tuvo que aparecer y joderme el encuentro con mi futuro esposo.

Para sumar problemas a eso, llamaron a mi padre y tuvo que venir a la comisaria por mí. Su gesto de decepción al salir, me dolió un poco. El resto del fin de semana me la pase muy nerviosa porque no recibía noticias de él y era como si la tierra se lo hubiera tragado.

Por más llamadas y mensajes que dejara, no había respuesta.

El lunes cuando desperté en la mañana, la mucama se acercó a mi cuarto y me dijo que había un coche esperando por mí. Asumí que se trataba de él por lo que me vestí rápidamente y bajé, para no hacerlo esperar más.

Al subir el conductor arranco sin siquiera saludar, pero no me llamo la atención ya que, como persona de servicio, solían ser maleducados y no tener en cuenta sus posiciones. Me dedique a mirar mi móvil mientras me llevaba a verlo. Cuando la ruta se volvió extraña, tuve que preguntar.

—¿A dónde vamos? Por aquí no es su casa.

—El señor no la quiere en su hogar, la estoy llevando a donde está.

Bufé, estaba actuando como un chiquillo —Y eso ¿Dónde es?

—Llegaremos en un momento, señorita.

—Dime ¿Dónde es? —me quejé —te lo exijo.

Se quedó callado, lo que solo hizo que me enfadara más ante su descaro. Decidí que no iba a gastar más saliva en gente que no lo merecía por lo que volví a mi móvil. El coche se detuvo en el medio de la nada, haciendo que viera a ambos lados sin entender dónde estábamos.

El conductor bajo y abrió mi puerta —El señor la espera.

—¿Qué hacemos aquí? Sube al coche y regrésame a su casa.

—El señor está aquí.

Rodé los ojos —estás loco si piensas que mis tacones de diseñador van a tocar está sucia tierra.

—Baja. —él apareció desde un costado.

Terminé siguiendo sus órdenes, Lo seguí hasta un campo abierto donde había dos personas más y una de ellas tenía un rifle en la mano. Mi cuerpo entero entro en alerta, pero sabía que él no haria nada.

El Precio de tu CariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora