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Fiorella

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Fiorella...

El coche llegó pocos minutos después de terminar mi llamado con Patrick, junte y guarde todo en una caja de envíos a domicilio que teníamos en la cafetería. El conductor me llevo a la empresa donde en la entrada del lobby lo vi a él esperándome mientras sostenía un paraguas. Cuando sus ojos me encontraron, sonrió dulcemente levantando la mano para hacerse notar. Se veía demasiado sexy con el traje desarreglado y la corbata desajustada me ponían.  

Salió corriendo apenas vio que abría la puerta para salir del automóvil, me lo encontré de frente sonriéndome de oreja a oreja ­­—Hola prometida ¿por qué me has dejado esperándote por tanto tiempo?

Reí metiéndome en la protección debajo de la sombrilla —Llegaron clientes de manera inesperada, no podía dejarlos sin un buen café con este clima

Se quejó haciendo un puchero —No puedo decir nada porque es tu trabajo y tienes que comprarme un chocolate con tu sueldo.

—Claro —rodé los ojos mientras caminábamos hacia el edificio —por qué tu no eres millonario como para comprarte una fábrica de chocolate. —al ingresar dentro, él le entrego el paraguas a un empleado que esperaba.

—Hacia demasiado frio —coloco sus manos en mi rostro, cubriendo mis mejillas —tu nariz esta roja.

—Es normal, la lluvia baja la temperatura.

Suspiró —debimos quedarnos en la isla. —sus manos bajaron hasta mi cintura atrayéndome a su cuerpo —cariño, tus clientes me robaron tiempo contigo ¿Cómo vas a compensarme?

—Pat... —quise apartarme sintiendo su boca en mi cuello —estamos... hay mucha gente aquí. 

Bufó viendo a las personas que entraban y salían del lugar, tomó mi mano y comenzamos a caminar en dirección al elevador. En el trayecto, varios empleados me saludaron nombrándome con el apellido de Patrick.

—Señor —alguien llego con una tablet y nos tuvimos que parar para que él hablara con su subordinado. Los dos conversaban de algo que no era de mi interés por lo que me dispuse a ver el lugar, lo conocía muy bien, pero había caras nuevas que no tenía en mi memoria.

La espalda grande y musculosa de Pat hizo que me sonrojara pensando en que aun debían quedar algunas marcas de mis uñas en su piel. Mordisquee mi labio, obligando a mi mente lasciva a calmarse —¿Qué paso por tu cabecita? —escuché su risa.

—Lo siento —me sonroje aún más —¿está todo bien?

Asintió —sí, estamos en un proyecto con el ejército y necesitaban que viera los planos del nuevo producto. —seguimos nuestro trayecto hasta el ascensor que nos llevó al último piso donde estaba su oficina, la de Jack y la secretaria.

Jack que venía saliendo de su cubículo, no pudo disimular su sorpresa —cari...—al escuchar el gruñido de Pat, se retractó —Srta. Fiorella, ¿Qué la trae por aquí?

El Precio de tu CariñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora