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La nieve sigue cayendo como de costumbre y las temperaturas no hacen más que bajar, el departamento de arquitectura mantiene las ventanas abiertas y los calentones apagados ya que para ellos es la forma en la que los verdaderos guerreros vivían en la antigüedad.

—Si el poderoso Ragnar logró vivir esto, nosotros también —gritó Vasco haciendo que los corazones de sus seguidores se llenaran de calor.

Discretamente, Ha-yan se muere de frío, su cuerpo se acostumbró rápido a la comodidad que el simple hecho de pensar en estar durmiendo bajo plena nevada le retuerce el estómago, miraba atenta como los copos de nieve caen y entran al salón de clases ignorando los gritos del profesor en turno; estaba pensando en lo sucedido recientemente, en como el departamento de moda ahora está más melancólico, como si este clima encajara con la situación.

En un momento descuidado, Ha-yan estornudó y tan rápido como lo hizo, las ventanas ya estaban cerradas y los calentones encendidos.

—¡¿Q-Qué pasó? —preguntó desconcertada

—Gracias —respondió Jace con las orejas congeladas—. Te debo la vida.

A la hora de salida, cuando los amigos tomaron diferentes caminos y ella rechazó la oferta de ir a tomar un chocolate caliente a donde Jace trabaja, un camión pasó justo delante de ellos.

Suele tomar uno de esos en la parada más lejana de la escuela, pero ya que estaba ahí decidió subir.

Unos cuarenta minutos después de subir al camión, llegó a su destino: el reformatorio.

—Buenas tardes —dijo el oficial cuando le dio la hoja de registro—. ¿Vienes a ver al mismo de siempre?

—No —respondió con un tono chillón—. Hoy vengo a ver a Jiho Park ¿Está disponible?

—¿Jiho Park? Creo que sí.

Ha-yan pasó por la banda y la hicieron pasar a una habitación en donde podría hablar con Jiho.

La habitación en el centro juvenil de detención estaba envuelta en una atmósfera lúgubre y opresiva, como si el mismo ambiente reflejara la oscuridad que rodeaba a los reclusos. Ha-yan se sentó en el lado opuesto de la habitación, separada del lado por donde de Jiho vendria por un plástico reforzado. El silencio pesado se cernía en el aire, lleno de tensione y emociones que Ha-yan no sabríaexplicar.

Cuando Jiho apareció en la sala con el uniforme azul típico de los reclusos, la visión de su estado físico dejó a Ha-yan atónita. Había adelgazado significativamente desde la última vez que lo vio, el uniforme le quedaba grande, resaltando aún más su esquelética apariencia, y su apariencia era la de alguien que había sufrido mucho. Su cabello estaba en desorden, como si alguien hubiera arrancado parte de él, sus anteojos rotos estaban arreglados con algo de cinta y bajo sus ojos redondos se notaban profundas ojeras que dominaban su pálida piel.

Al ver a Jiho en ese estado, un escalofrío recorrió la espalda de Ha-yan. Se había preparado mentalmente para enfrentar a quien una vez había sido su amigo, pero el enojo y la frustración que sentía hacia él aún persistían, y al verlo en ese estado, comenzaron a surgir dudas en su mente se cuestionó si este era el castigo adecuado para sus acciones.

Ya no estaba segura de sí verlo así era lo que realmente deseaba para que enfrentara las consecuencias de sus acciones. A pesar de la ira y el resentimiento que había sentido hacia él, la realidad de la situación la golpeó con fuerza.

Jiho, por su parte, se emocionó al ver a Ha-yan, sintiendo un rayo de esperanza en medio de su situación desesperada. Por un breve momento, creyó que ella haría lo imposible por sacarlo de allí. Sin embargo, la mirada fría y distante en los ojos de Ha-yan lo hizo temer. Sabía que su tiempo en el centro de detención sería largo y penoso, y la sensación de estar atrapado comenzó a pesar sobre él.

Ocean Eyes «LOOKISM»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora