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La primavera ya se estaba asomando cuando el sol se volvió más brilloso por las mañanas y el canto de los pájaros finalmente se escuchaba a la hora de la clase de matemáticas; la nieve finalmente se derritió, aunque el frio permanecía estático.

Los días, aunque fueran soleados con un calor intenso, bajo la sombra el frio era punzante, como pequeñas agujas incrustadas por las partes del cuerpo que están más frías; era como una mezcla entre invierno y verano, y mientras los jóvenes se quejaban del terrible clima de la temporada, Ha-yan caminaba ansiosa a un viejo arcade que suele visitar cuando queda con un chico malhumorado.

Ya iba atrasada a la hora que quedaron para reunirse, una tarde de juegos y comida callejera, pero ella no suele ser tan impuntual cuando se trata de estas cosas y menos dejar a Taehoon plantado mientras juega en Street Fighter contra niños que no saben perder, así que molesto por la tardanza le llamó a la chica. Sin embargo, cuando ella contestó, en lugar de que se disculpara o pudiera darle alguna explicación sobre su retraso, le avisó que ya no iría con él.

—No podré llegar —dijo mirando al frente, varios chicos encapuchados la esperaban a mitad de camino, algunos armados con bates de madera y otros con viejos tubos de metal o plástico.

—Ya estoy harto de jugar con mocosos —se quejó—. Cuando te vuelva a ver te golpearé hasta sacarte cada maldito diente ¿entiendes?

—Te lo compensaré después, lo prometo —suspiró pesado, se despidió mientras Taehoon seguía reclamándole y colgó—. ¿Quiénes son?

Una pandilla de chicos que sonreían engreídos, enviados para golpear a una niña y llevarla con el jefe ¿Qué podría salir mal? Es solo una mocosa delgada, vencerla será fácil ¿no?

Entre todos se abalanzaron para atacar, moviendo en el aire los tubos sin dar en el blanco, golpes rectos de chicos que dejaron el boxeo a medias o solo lo aprendieron para apantallar; algunos parecían tener experiencia en peleas callejeras, pero no la suficiente para dar un buen golpe.

Era fácil, según ellos. Pero Ha-yan seguía de pie sin recibir un golpe claro.

Aunque algo la desconcertó cuando miró el logo en las sudaderas de sus "oponentes"

God Dog había dado el paso decisivo para su futuro y nada bueno saldrá de esto.

De un solo golpe lanzó a uno de ellos a la pared continua, atravesándola como si un lápiz apuñalara una hoja de papel. Pues aquella pared no estaba reforzada y era el puro yeso, la vieja tienda de ropa de segunda se envolvió en el caos de una pelea alejando a los compradores y a aquellos que pasaban, con una pelea de ese estilo la tienda fue empujada al borde de la quiebra en un parpadeo.

Las personas se alejaban cuando escucharon los sonidos de la paliza, una pelea que en lo general fue sucia al usar bates de beisbol o algún otro artefacto que no fueran los puños limpios.

Al ver como quedó la tienda dejó de contraatacar, recibiendo los golpes sin parar. Cada golpe que recibió en el momento no la hizo quejarse, pues a diferencia de los golpes de su tío Kim esto no es nada. Sin embargo, ¿Por qué se deja golpear? Puede ver cada golpe aproximarse y posee la velocidad para evitarlos.

—Esta perra es fácil, no entiendo porque nos enviaron a pelear contra ella. Es otra mocosa y ya.

Estaba en el suelo con algo de sangre en su boca, respiraba como si estuviese cansada

—Yo no quería pelear hoy —dijo levantándose—, quería jugar videojuegos con el baboso de mi hermano, comer algo grasoso y beber algún refresco hasta sentir el estómago que explotaría.

—¿Estás diciendo que tienes un hermano? ¿Crees que eso nos va a asustar? Él no vendrá a rescatarte.

—¿Por qué Johan los envió?

Ocean Eyes «LOOKISM»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora