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Ha-yan corría por las bulliciosas calles del centro de Seúl, su corazón latiendo con desesperación mientras buscaba frenéticamente a la pequeña Yenna, la hija de su mejor amigo, Eli. Había estado ayudando a Eli durante todo el día en su angustiosa búsqueda, y la preocupación la tenía al borde de la desesperación.

Primero, revisó la estación del metro, con los ojos escudriñando cada rostro en busca de una señal de la niña. El ruido del tren y las multitudes que pasaban parecían formar una barrera impenetrable a su alrededor. Gritó el nombre de Yenna, pero el eco del bullicio de la estación ahogaba su voz.

Luego, corrió hacia los restaurantes cercanos, revisando cada rincón en busca de la pequeña. Preguntó a los empleados y clientes si habían visto a una niña de tres años, pero las respuestas negativas la sumieron aún más en la desesperación. El tiempo pasaba rápido, y cada segundo sin noticias de Yenna parecía una eternidad.

En las concurridas calles, Ha-yan corrió de un lado a otro, buscando en cada esquina, cada tienda, se detenía a hablar con transeúntes y mostraba una foto de Yenna en su teléfono, preguntando si alguien la había visto. Cada negativa que recibía la sumía aún más en la desesperación. Su mente estaba llena de imágenes de la niña y su amigo, y la angustia la invadía mientras consideraba las posibilidades.

La desesperación se apoderaba de ella, y las lágrimas comenzaban a nublar su visión mientras continuaba su búsqueda incansable. Cada vez que pasaba junto a un grupo de personas, su corazón latía con la esperanza de encontrar a Yenna entre ellos, pero una y otra vez, esa esperanza se desvanecía. Recorrió otros lugares, como parques y plazas, sin éxito. Cada minuto que pasaba sin encontrar a Yenna era una agonía. La impotencia y el temor la atormentaban mientras continuaba buscando incansablemente.

Ha-yan estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para encontrar a la pequeña Yenna, y su determinación la impulsaba a seguir corriendo, buscando en cada rincón de la ciudad, con la esperanza de reunirla con su padre desesperado. La sensación de impotencia y la angustia que la embargaban mientras buscaba a la niña perdida eran abrumadoras, pero no se rendiría hasta encontrarla.

—Nos falta la estación —le dijo Eli con la ropa sucia y el cabello despeinado

—Seguro estará allí —intentó mantenerse positiva

El alivio inundó a Ha-yan y Eli cuando entraron juntos en la última estación de policía que les faltaba. La tensión y la preocupación que habían llevado consigo durante horas se disiparon de golpe cuando vieron a Yenna durmiendo cómodamente en uno de los asientos de la estación.

Ha-yan sintió cómo su corazón daba un salto de alegría al ver a la pequeña Yenna a salvo y tranquila. Su rostro, que antes había estado marcado por la ansiedad y la desesperación, se iluminó con una sonrisa de alivio y felicidad. Cautelosamente, se acercó a la niña y la acarició suavemente, asegurándose de no despertarla.

Eli, por su parte, dejó escapar un suspiro profundo y tembloroso, como si hubiera estado conteniendo la respiración durante todo el tiempo que Yenna estuvo desaparecida. Sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud mientras miraba a su hija dormida.

—¿Es su hermano? ¿Dónde están sus padres? —preguntó la oficial

—Soy su papá —respondió Eli tomando a Yenna entre sus brazos

—... Pa —balbuceó Yenna despertándose

Ha-yan le dio un pellizco a Eli en el costado izquierdo regañándolo por despertarla, sin embargo, las palabras de la beba dejaron boquiabiertos a ambos adolescentes.

—¡Papá!

Eli miró con emoción y sorpresa a su hija, y de inmediato sus ojos se llenaron de lágrimas. Compartió mirada con Ha-yan, quien estaba igual de impactada, y luego miró a la oficial de policía.

Ocean Eyes «LOOKISM»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora