Ocean Eyes «LOOKISM»

26 pt.3

Advertencia: Este capítulo contiene descripciones de VIOLENCIA FÍSICA y temas relacionados ABUSO SEXUAL. Si estos temas te resultan sensibles, procede con cautela o considera saltarte este capítulo

Le avisó a Damian que salió temprano, pero ya no revisó si le respondió o no. Apagó su celular, sintiendo como la cabeza aun le da vueltas, subió por las escaleras hasta su número de apartamento y entró cerrando la puerta con todos los seguros.

Dejó su mochila en la entrada y fue directo al baño, se quitó toda la ropa mientras el agua llenaba la tina hasta el tope; y en lo que esta llegaba al límite, Ha-yan se envolvió una toalla y salió por una botella de vino que le regaló otro modelo con quien tuvo una colaboración hace algunos meses. No se llevó una copa o un vaso, solo la botella.

Cuando entró a la tina, el agua se regó lo suficiente para que se volviera otro dolor de cabeza. Su cuerpo estaba totalmente hundido, con el cabello en la cara y el delineador escurriéndose; estuvo bebiendo de la botella hasta sentir como su estómago le ardía, y como el dolor de cabeza de antes se volvió otro, uno un poco más agradable.

La visión se volvió borrosa cuando llegó al fondo de la botella, su cuerpo se sentía débil y dejó en el suelo su único acompañante con olor a alcohol; miró al techo, la luz encendida de la bañera iluminaba todo, y eso le irritó. Estiró la mano hasta el encendedor, pero estaba muy lejos y ella ya no podía moverse más.

Lo último que recuerda ver fue la camisa negra de Eli alzada en el lavamanos.

El resto del día y de la noche estuvo atrapada en una interminable pesadilla que presenció de los ojos del narrador omnisciente, dándose cuenta de que no era una pesadilla, y que era algo peor: un recuerdo.

En su entrenamiento la torturaron hasta que el miedo se esfumara de su cuerpo, fue encadenada en un pequeño almacén sucio, lleno de insectos y con gotera, tenía que pasar una semana ahí y aprender a vivir en esas circunstancias; la siguiente prueba era psicológica, se metían en su mente para que luchara contra sus miedos, según de esa manera ya no tendría miedo.

El proceso se repetía hasta que en la prueba psicológica aparecieran los miedos genéricos, solo para ser completados como un examen con acordeón.

Sin embargo, había algo que no estaba en las pruebas y que tampoco se presentó en la supervivencia de las misiones: los castigos. Cuando algo no salía como el comandante esperaba, los números eran castigados y la mayor parte del tiempo Ha-yan era castigada por su mal comportamiento o porque cumplía las misiones a su modo y no como ordenaron.

—¿Otra vez? —dijo con fastidio su padre revisando unos documentos en su escritorio

—¿Cómo la castigamos esta vez? Ninguno de los métodos ha funcionado hasta ahora, señor.

—Hagan lo que quieran —dijo restándole importancia

Encerrada en un lugar oscuro abandonado por los ángeles y por los demonios: una celda húmeda y apestosa con la pintura de las paredes desgastadas, el chillido de las ratas por las esquinas eran su única compañía. Estaba atada de manos con el cuerpo pegado al frio piso, sintiendo la humedad mojándola por culpa de las goteras sin resolver, su boca estaba envuelta con un pañuelo insonorizando su gritar. Palabras sin completar anhelaban salir de su prisión.

Su cuerpo frágil, delgado y pálido se llenaba con marcas que jamás podría desaparecer, se sentía como un cadáver, alguien muerto con quien podrían hacer lo que quisieran y la culpa resuena en su cabeza por no poder hacer algo al respecto, por no poder detenerlos; se sentía furiosa consigo misma mientras sus ojos llorosos se enfocan en las ratas sabiendo que ser asesinadas por estas sería más agradable que quedarse acostada bocabajo mientras recorren cada rincón de su cuerpo.