Capítulo 39: de vuelta al castillo.

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Ubicado en un lugar desconocido, en una sala elegantemente decorada.

—Por favor, por favor se lo traeré, no regresaré hasta conseguirlo, por favor —suplicaba una mujer con voz temblorosa.

La mujer estaba retenida por hombres vestidos con ropas opacas. Frente a ella, otra mujer estaba sentada cómodamente en un sofá acolchonado, vistiendo un saco y pantalones grises, zapatos de tacón medio de color rojo, al igual que sus guantes de látex. Sus labios estaban teñidos de un rojo intenso, su cabello gris estaba atado en una trenza que le llegaba hasta la espalda.

—No trajiste a mi lobo, y me quedé con un antojo frustrado. Pero ahora, ¿Cómo voy a satisfacer este antojo? Señor Can, ¿Qué le costaría guisar sobre una carne de piel blanca? —preguntó la mujer sentada, dirigiéndose a su derecha con la mirada fija en la mujer sometida.

El sujeto llamado Can era esbelto y de alta estatura, vestía una gabardina blanca con manchas evidentes de sangre, llevaba una elegante colección de cuchillos colgando de unos ganchos en sus hombros y una máscara que cubría toda su cabeza, junto con un par de lentes redondos.

—Mmm... nunca lo había pensado, pero ¿en serio quieres que prepare un guiso así? —preguntó Can.

—No estaría segura si no te lo menciono. Además, supongo que la carne cobarde tendría una textura rígida. Así que, por favor, ¿me harías el favor? —dijo la mujer de cabello gris, lamiéndose los labios con la mirada fija en la mujer sometida.

La mujer sometida los miraba con horror y miedo.

—¡Por favor! Se lo suplico, por favor, traeré al cachorro, se lo prometo —suplicaba la mujer, intentando acercarse a los pies de la mujer de traje, pero era retenida por los sujetos.

—Ya me escuchaste, espero un plato de tu guiso, y por favor, dora la carne aparte —dijo la mujer, agitando la mano.

—Como desee, señorita Darla —dijo Can, mencionando el nombre de su jefa y dando una señal a los hombres.

Cuando los hombres sujetaron con fuerza a la mujer, ella empezó a gritar desesperadamente, intentando liberarse inútilmente. Luego, se acercó un hombre misterioso con una máscara de cara sonriente. Can se retiró junto con la mujer sometida.

—Tú debes de ser el sicario del que me hablaron, Smile ¿verdad? Tu jefe me habló muy bien de ti —dijo la líder Darla, observando al sujeto llamado Smile.

—Si te hablaron bien de mí, entonces sabrás que no me gusta perder el tiempo —dijo Smile en un tono cortante.

—Oye, más respeto a la señorita Darla —intervino uno de los hombres.

—No te pedí que me defendieras, pero también te exijo respeto a ti, Smile —remarcó Darla con el mismo tono cortante.

El guardia se disculpó y se quedó callado.

—¿Por qué razón me llamaron desde Margot? —preguntó Smile en tono cortante.

—Entiendo, al punto. Estoy frustrada porque, debido a un imprevisto, un par de recién egresados del servicio policial evitaron que mi pedido fuese interrumpido. Ahora, los lobos muertos ya habrán perdido su sabor y probablemente se hayan echado a perder. Así que lo que queda es un cachorro que dejaron que tomaran. Lo quiero —dijo Darla, describiendo sus intereses.

—¿Un cachorro? ¿En serio? —preguntó Smile, levantando una ceja.

—Sí, un lobo negro de ojos rojos. Tráelo y te pagaré justamente —dijo Darla, cerrando la conversación.

—Bien, lo que quiera la reina —dijo Smile, girando para irse.

—Quiero que paguen la fianza de los sujetos que arrestaron y los traigan —ordenó Darla a uno de sus hombres.

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