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 —Qué... ¿Qué dijiste? —pregunto sin poder creer lo que acabo de escuchar.

—Que me casaré contigo —repite tan tranquilamente como si me estuviese hablando del clima.

Por un instante no puedo siquiera articular palabra. Quiero decirle tantas cosas, pero no sé por cuál empezar.

—¡¿Te has vuelto loco?! —digo por fin.

—Esa es mi línea —dice enarcando una ceja—. Después de todo no soy yo quien está planeando casarse con cualquiera por dinero.

Ni siquiera me siento ofendida por su tono.

—Lo que sugieres es peor.

Le libero y doy un paso atrás.

—No veo por qué —se encoge de hombros—. Acabas de decir que quieres casarte con un hombre capaz de costear tu estilo de vida y además me has pedido ayuda. ¿No es acaso lo que te ofrezco la solución perfecta?

—¡Claro que no! —rechazo rotundamente—. No voy a casarme contigo.

—¿Por qué no? Tengo el dinero que quieres ¿no?

—No voy a casarme contigo por dinero. Además te dije que no deseo que esto sea una transacción injusta. Tú no ganarás nada al casarte conmigo.

—Puede que sea cierto, pero al menos yo sé exactamente qué está sucediendo. Sé lo que quieres y estoy dispuesto a dártelo sin que tengas que recurrir al engaño ni a atarte a un tipo que no quieres.

—Michael, lo que sugieres es descabellado.

—No más descabellado que tu idea.

—De hecho lo es. Mucho más. Ya te lo dije, tú no ganas nada con esto. No necesitas mis contactos o mi nombre.

—¿Realmente crees que tus contactos valen la inversión que supone tenerte de esposa?

—¿Qué quieres decir?

—Que ambos sabemos que quien sea que sea tu futuro esposo no estará apostando su fortuna a tus conexiones, estarán apostándola a tener a Georgina Main como su esposa. A tenerte a ti.

Me encojo de hombros con indiferencia, no puedo decir que no esté en lo cierto.

—¿Y?

Michael vuelve a acortar la distancia entre nosotros.

—Eso significa que yo estaré recibiendo exactamente lo mismo que cualquier otro —dice sujetando mi barbilla e inclinándose hacia delante.

Trago en seco mientras miles de descargas eléctricas azotan mi cuerpo.

—¿Qué significa eso? —logro articular.

—Que pretendo disfrutar del que seas mi esposa —Sus labios casi rozan los míos—. Porque si nos casamos... tendremos un matrimonio de verdad. Me entiendes ¿cierto? No creerás que voy a dejar el sexo fuera del acuerdo ¿o sí?

Siento el color subir a mis mejillas ante sus palabras.

Michael es el único hombre en el mundo capaz de lograr que me sonroje.

—Si dices ese tipo de cosas voy a interpretar que quieres acostarte conmigo.

—¿Acaso no lo quieres tú?

—Acordamos no volver a hacerlo.

—En ese entonces no estábamos pensando en casarnos —dice soltándome.

—¡Ni lo estamos ahora! —exclamo con exasperación—. No vamos a casarnos.

Es cierto que este hombre me atrae en el sentido más básico y primitivo, siempre lo ha hecho, y la idea de poder acostarnos siempre que queramos es francamente tentadora, pero aceptar su propuesta es imposible.

No tan buenos amigos (Historia de Redomia #2) (Disponible en fisico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora