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Me incorporo en la cama mientras trato de limpiar la viscosa sustancia de mi abdomen.

Michael sostiene la puerta de la habitación abierta para que el técnico que empuja el equipo de sonografía portátil pueda salir.

—Como les decía —retoma la doctora Leslie Arias, mi ginecóloga, quien afortunadamente acudió ante nuestro llamado en tiempo récord—. Todo se ve bien, pueden estar tranquilos.

—¿Y el dolor? —pregunta Mike acercándose.

—Por lo que me dijeron deduzco que las contracciones que tuvo Georgina fueron producidas por el estrés. Su tensión arterial estaba algo alta a mi llegada pero ya se ha estabilizado y no ha vuelto a sentir ninguna contracción en más de una hora.

Revisa sus notas.

—Tendré los resultados de las muestras que te tomamos y decidiré entonces si necesitas alguna otra intervención de mi parte, pero de momento todo lo que puedo recomendarte es que te tomes las cosas con calma.

—¿Tengo que quedarme en cama? —inquiero.

—Por esta noche sí. Mañana puedes regresar a tus actividades regulares a no ser que haya alguna eventualidad. Excepto por aquellas que requieran algún tipo de esfuerzo físico. Y sí, con eso quiero decir que el sexo está fuera de cuestión.

Resoplo con ironía justo al tiempo en que Mike hace lo mismo.

La doctora Arias nos mira, extrañada.

—¿Y qué pasa con el trabajo? —pregunto rápidamente, para cambiar el rumbo de la conversación.

—Me gustaría que te tomaras unos días, para ver como se desarrollan las cosas.

—A mi jefa no le gustará escuchar eso —intento bromear.

—Georgina, espero que te estés tomando mis recomendaciones en serio —me regaña Leslie.

—Lo hago —aseguro—. Seguiré tus instrucciones al pie de la letra —digo.

—Bien —me mira con seriedad—. Ya tuviste antes un parto prematuro por lo que tienes mayor probabilidad de tener otro. Nuestro objetivo ahora es que llegues por lo menos a las 37 semanas o tan cerca a esta como nos sea posible ¿bien? Así que cuidate.

—Lo haré.

—Me iré ahora, pero no dudes en llamarme si vuelves a experimentar dolor o cualquier otra cosa fuera de lo normal.

—Gracias por todo —dice Mike—. Le acompañaré a la salida.

—Oh, no, no —dice Leslie—. No es necesario, estoy segura de que será más apreciado aquí.

Michael le acompaña a la puerta y parece dar instrucciones a Ana y a Joanne que esperan del otro lado.

Al parecer a ninguna le sorprendió descubrir que estoy embarazada.

Mike regresa a mi lado una vez la doctora se ha ido.

—¿Segura de que te sientes bien? —pregunta.

—Sí.

—¿Ya no te duele nada?

—¿Crees que le mentiría a la doctora sobre mi dolor? —pregunto con un deje de irritación que sé está fuera de lugar.

Él frunce el ceño pero no dice nada.

Toma asiento junto a mí.

No soltó mi mano durante toda la revisión y me parece que una parte de él estaba más aterrorizada que yo ante la perspectiva de que pudiera estar por perder al bebé, por lo que sé que debería estar siendo más considerada con sus sentimientos.

No tan buenos amigos (Historia de Redomia #2) (Disponible en fisico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora