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Me pregunto si es posible deshidratarse por estar llorando por horas seguidas.

Esta ha sido sin lugar a dudas una de las noches más incomodas que he pasado en toda mi vida.

No sé si se debe a estar en este lugar o a la perspectiva de lo que me toca enfrentar este día.

Si alguien me hubiese dicho que terminaría de regreso en mi habitación de infancia me habría reído en su cara.

Habitación en la que pasé tanto tiempo mientras estuve embarazada. Habitación que me vio llorar tantas noches cuando regresé a ella sin mi bebé.

Es como si en las últimas horas me hubiese permitido finalmente absorber en su totalidad los acontecimientos de los últimos días.

He repasado uno a uno cada momento en el que haber tomado una decisión diferente hubiese evitado que mi hijo creciera como un huérfano.

Decido que ya ha sido suficiente de mirar al techo de la habitación. Sin importar cuántas horas lo mire las cosas no cambiarán. Ni podré dormir ni mis problemas desaparecerán.

Es hora de abandonar la cama y buscar algo que hacer.

Me encamino al cuarto de baño y una vez en él evito mirarme al espejo.

No necesito verme para saber exactamente como luzco.

Mis ojos están hinchados de tanto llorar.

El poco maquillaje que me puse el día anterior para disimular el cansancio en mi rostro y que no me molesté en quitarme está esparcido por toda mi cara de manera nada favorecedora.

Mi cabello está todo enmarañado como resultado de pasar la mano por él incontables veces y de dar vueltas en la cama.

No me gusta verme así, porque en momentos como este mi único atributo, esa belleza que tanto me han halagado, se ve totalmente empañada.

Ni siquiera reacciono ante el golpe del agua fría proveniente de la ducha. Quizá esto me haga sentir más fresca, porque las duchas calientes no están teniendo ningún efecto relajante en mí.

El agua de la ducha se mezcla con la nueva oleada de lágrimas que ha empezado a correr por mis mejillas.

«¿Qué he hecho?» me pregunto por enésima vez llevándome las manos al rostro.

Durante todos estos años el único consuelo ante mi accionar era que no podía cambiar nada diciéndole a Michael y que al menos no le había perdido.

Pero ahora no solo le he perdido, sino que entiendo que de haberle dicho probablemente habríamos recuperado a nuestro hijo antes.

Tras vestirme rápidamente bajo hasta la cocina en busca de algo de tomar.

Abro el refrigerador y de inmediato escucho el rugir de mis tripas.

Apenas probé bocado durante la cena.

Si bien el poder compartir con Matthew hace que todo valga la pena, la presencia de mi madre es difícil de ignorar.

Inicialmente no pensaba invitarla a unirse a nuestra mesa. Mi plan era pedir que le llevaran su cena hasta la casa de invitados, pero Matthew preguntó por ella y era claro que esperaba se uniera a nosotros.

Lamentablemente mi hijo parece tener su detector de maldad desactivado y parece creer que su abuela es una buena persona.

—¿Despertaste hambrienta?

La voz de Jojo a mi espalda me sobresalta.

Había olvidado que ella y Ana se quedaron a dormir.

Debo empezar a hacerme a la idea de que tendremos personal durmiendo en casa.

No tan buenos amigos (Historia de Redomia #2) (Disponible en fisico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora