33

74 9 0
                                    

Hago una mueca al abrir el contenedor de queso.

Rápidamente lo vuelvo a cerrar mientras contengo una arcada y le hago a un lado.

Al parecer se ha echado a perder.

Tendré que decir a Jojo que debe mantenerse al pendiente de cosas como esa.

Regreso al refrigerador en busca de nuevas ideas. Quiero preparar algún bocadillo antes de la llegada de Michael.

Estoy segura de que aun cuando haya cenado con Gordon éste estará encantando de tener algo más para comer.

Y a mí no me vendrá mal el comer algo después de todo.

Me parece escuchar en la distancia el pitido de la puerta al abrirse.

Sonrío y mi corazón se acelera al entender lo que significa.

Michael ha llegado antes de lo esperado y me alegra sobremanera.

Imagino que eso significa que tenía tantas ganas de verme como yo a él. O al menos deseo que sea el caso.

Salgo a recibirle con una gran sonrisa. Pero esta se congela en mi rostro al encontrarme frente a él.

Un nudo se forma en mi garganta al ver su rostro.

«Algo no está bien».

Todo en su postura, en su aura, en su mirada... Especialmente en su mirada.

Me siento sobrecogida ante la intensidad de la misma. Hay algo extraño en ella y me está poniendo nerviosa.

Ladeo la cabeza, en busca de algún gesto que me ayude a deshacerme de esta sensación, que me indique que estoy equivocada, que todo está bien.

Pero no hay nada. Ni el asomo de una sonrisa, ni el humor en sus ojos al que estoy acostumbrada. Y lo sé con certeza, este no es el mismo Mike con el que hablé hace apenas una hora.

Michael está molesto, claramente. Nunca antes lo había visto mirarme de la manera en que ahora lo hace.

Como si no me reconociera. Como si no tuviera idea de quien soy yo.

Es una mirada tan fría que podría congelar el sol.

Un miedo atenazador me ataca.

—¿Michael? —consigo articular.

Noto que sostiene algo en su mano.

Mike repara en la dirección de mi mirada y con pasmosa calma avanza hacia mí. Sigo cada uno de sus pasos con el corazón martilleando fuertemente en mi pecho.

Extiende su mano en una invitación a que tome la carpeta en ella.

La tomo con aprehensión y puedo asegurar que estoy temblando visiblemente.

Bajo lentamente la mirada hacia el objeto en mi mano y una parte de mí quiere aferrarse a la esperanza de que lo que sea que veré allí no será tan horrible como presiento.

Pero no es el caso. Es peor.

Basta con un rápido vistazo al contenido de este para que entienda lo que sucede.

Ni siquiera tengo que leer el documento para saber que dice. Me lo sé de memoria.

Siento mi corazón hundirse.

Ya no hay secreto que guardar.

Con manos temblorosas vuelvo a cerrar la carpeta.

Levanto la mirada y me enfrento a la de Michael.

No tan buenos amigos (Historia de Redomia #2) (Disponible en fisico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora