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 —Y se supone que la terca soy yo —digo mientras le permito a Michael ayudarme a cambiarme los zapatos por unos que según él ponen en menor riesgo mi seguridad.

Prepararme cada mañana se está haciendo cada vez más difícil.

La mayoría de mis faldas y pantalones no me sirven. Y mis pechos también empiezan a llenar de más mis blusas y vestidos.

Tengo que pedirle a Charllie que altere los diseños que hizo para mí, pero me preocupa que intuya de inmediato el por qué de la necesidad de los cambios.

—¿En qué estás pensando? —pregunta.

—No mucho —digo simplemente—. Creo que no podré ocultarlo por mucho tiempo —añado con honestidad, colocando la mano en mi vientre.

—Así parece —concuerda—. Pero no veo el problema.

No respondo a su comentario.

Yo sí.

Todavía no hemos lidiado siquiera con el anunciar nuestro primer hijo al mundo, no tengo cabeza para pensar en como reaccionará la gente a que venga otro en camino.

—Ahora sí estás lista —anuncia Mike, liberando mi pierna—. Sigues luciendo fantástica y sin arriesgar tu cuello. El camino empedrado de la entrada y esas agujas a las que llamas tacones no me parecían una buena combinación —dice.

Estoy empezando a preocuparme por lo que me espera por el resto de este embarazo.

—No estoy segura de que me agrade mucho el Michael irracional —digo.

—Afortunadamente al Michael irracional le importa poco si te agrada o no siempre y cuando hagas lo que te pida.

Elevo la mirada al cielo.

—Más admito que no me habría molestado que optaras por la opción en que te llevaba hasta el auto en brazos. Aunque hubiese sido más por mi propio placer que por tu protección —dice.

—Tú y las cosas que dices —digo con una sonrisa—. Viendo la facilidad con la que me embarazas quizá no debería dejarte estar cerca de mí. Podría ser que tuvieras razón y en nuestra próxima ecografía nos dijeran que serán gemelos.

—No te preocupes, guardaremos lo de los gemelos para nuestro próximo embarazo.

—¿Nuestro próximo embarazo? —digo con sorpresa—. ¿Qué te hace pensar que tendremos más hijos?

—No parece que la planificación sea nuestro fuerte, Georgina. Eso de los anticonceptivos no parece funcionar para nosotros y en algún momento es obvio que volveremos a acostarnos —señala con humor.

—Dado que no parece que hayas embarazado a ninguna otra empiezo a preguntarme si me embarazas a propósito.

Se le escapa una carcajada.

—Tal vez. ¿Sabes qué? Debí haberlo pensado. Sin lugar a dudas eso hubiese acabado con tu plan de casarte con otro rápidamente.

—Acabaste con mi plan en el momento en que decidiste perder la cabeza y besarme.

—Recuerdo claramente haberte pedido que me detuvieras y prácticamente me invitaste a hacerlo.

—Por supuesto. Había estado deseando volver a besarte por ocho años, ¿cómo rayos crees que iba a poder detenerte? El resistirnos a nuestro deseo solo funcionaba porque no habías perdido el sentido.

Me dedica esa sonrisa traviesa que tanto me fascina.

—Entonces el Michael irracional sí te gusta después de todo. Fue él quien se atrevió a besarte.

No tan buenos amigos (Historia de Redomia #2) (Disponible en fisico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora