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Veo al hombre con escepticismo.

—¿Realmente no le pasa nada? —pregunto.

—Nada, señora. Trabaja perfectamente —responde el hombre que vino a revisar el refrigerador.

Intercambio una mirada con Ana, quien porta una expresión de "te lo dije".

—Pero algo debe andar mal —insisto—. Se dañaron muchos productos antes de la fecha de caducidad.

—Tal vez fue un fallo temporal, señora —dice el hombre—. Si vuelve a suceder no dude en llamarme.

—Le acompañaré a la puerta —dice Ana.

En cuanto abandonan la cocina abro el refrigerador y le examino.

Realmente parece estar trabajando con normalidad, pero algo debe haber sucedido.

La noche anterior mientras me disponía a tratar de comer un bocadillo de medianoche ya que había vomitado toda la cena descubrí que varias cosas se habían echado a perder a pesar de que estaban guardadas apropiadamente y, según lo establecido en sus empaques, su vida útil aún se extendía por varias semanas.

Probablemente el hombre de mantenimiento tenga razón y se haya debido a un fallo temporal que no notamos.

Tomo un frasco de pepinillos, le abro y le acerco a mi nariz.

Lo alejo rápidamente.

Parece que esto también se ha echado a perder.

—¿Quieres que prepare algo de comer? —pregunta Ana regresando a la habitación.

—Huele eso —digo tendiéndole el frasco de pepinillos.

Ella hace como le he indicado y arruga la nariz.

—Huele mal ¿cierto? —digo.

—Huele a pepinillos en conserva —dice mirándome con extrañeza—. Justo como debe oler.

—Huele a podrido —insisto.

—No. Quizá el problema no está en el refrigerador sino en tu olfato —una media sonrisa surca sus labios—. Georgina...

—¿Qué? —pregunto a la defensiva. Algo en sus expresión burlona no me gusta.

Sacude la cabeza divertida.

—Nada. ¿Quieres que te prepare algo? —pregunta una vez más.

—Sí, por favor.

—¿Alguna petición especial?

—Huevos revueltos.

—Estarán en seguida, señora Soler.

Giro los ojos en mis órbitas.

Insiste en llamarme así desde hace aproximadamente una semana. Asumo que el que Mike y yo estemos mucho mejor le ha indicado que puede retomar su broma de que nuestra dinámica es la de un matrimonio. En especial porque ahora esta resulta ser más cierta que nunca.

Michael y yo hemos hecho otro de esos tantos acuerdos silentes que han caracterizado nuestra relación.

Él parece creer que está listo para dar un paso adelante y finalmente permitirnos ser más, pero yo no puedo compartir esa convicción, por lo que de momento es mejor tomar las cosas con calma.

No podemos arriesgarnos a complicar todavía más la situación.

—Iré a ver como le va a Matt con su clase de español —digo levantándome.

Pedimos a Susan que empezara a dedicar unas horas extras a concentrarse exclusivamente en enseñarle español a Matt. Cada vez tengo más y más dudas con respecto a su método de enseñanza del idioma.

No tan buenos amigos (Historia de Redomia #2) (Disponible en fisico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora