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Me encamino hacia la cocina mientras trato de recoger mi pelo en una coleta.

No debería quejarme porque tengo un pelo abundante y largo, pero todo lo que quisiera es cortarlo de un tirón. Más no puedo hacer eso.

—Buen día —dice Michael al verme.

Le respondo con un gran bostezo. No puedo cubrir mi boca dado que mis manos están ocupadas con mi pelo.

—Vaya dama delicada —dice Mike y su mirada me recorre de arriba a abajo, lo que me provoca un escalofrío—. ¿Acaso no es mía esa camiseta? —pregunta.

—Lo es —confirmo—. La tomé prestada.

—No veo de qué sirve que tengas tu propia ropa acá si sigues tomando la mía —dice, colocando un plato de tostadas, huevos y tocino ante mí.

—Gracias —digo tomando asiento.

Bostezo nuevamente.

—¿Acaso no dormiste bien? —pregunta.

Lo cierto es que no y estoy agotada tanto física como mentalmente.

Pase el resto de la velada bailando y tratando de coquetear con Jeremy, mientras trataba de no pensar en que Michael estaba obviamente evitándome.

Me pregunto si debo hablar de su evidente cambio de humor.

Todo parece estar bien esta mañana, pero no puedo dejar de pensar que quizá algo sucedió anoche.

—¿Disfrutaste el evento? —pregunto, decidiendo ir por un abordaje casual.

—No estaba allí para mi disfrute sino para que mi querida mejor amiga consiguiera algo, así que mejor dime tú si lo hiciste. ¿Pudiste avanzar en tu plan?

Ni siquiera sé qué pensar de los resultados de la noche. Jeremy me invitó a participar en un evento de su madre en lugar de invitarme a salir.

—Jeremy le dijo a su madre que me gusta hornear —digo con pesar.

—¿Y eso es malo?

—¡Pésimo! —digo cubriéndome el rostro con las manos—. Resulta que ahora debo preparar unos pasteles para una venta en apenas una semana.

Por un momento no dice nada y luego estalla en carcajadas.

Descubro mi rostro para verlo reír con genuina diversión.

—Pero si no tienes ni idea de como se hace un pastel —dice entre risas.

—¡Lo sé! —digo riendo también—. ¡¿Qué se supone que voy a hacer ahora?!

—Puedes comprar algunos pasteles y fingir que los hiciste tú —sugiere.

—Ya lo pensé, pero llegué a la conclusión de que no tengo más opción que aprender a hacer lo que dije que sé hacer. ¿Qué tal que la madre de Jeremy decida hacerme preguntas técnicas sobre el proceso de horneado?

—Dudo que te haya invitado a participar con la intención de examinarte.

—Sí, pero prefiero no arriesgarme a ser atrapada en mi mentira. Además, no puede ser tan difícil ¿cierto?

—No lo sé. Yo tampoco tengo idea de cómo se prepara un pastel.

—Todo lo que tengo que hacer es seleccionar dos o tres tipos de pasteles y concentrarme en ellos. Después de todo solo dije que me gustaba hornear no que fuese pastelera profesional —digo.

—Me parece sensato —es todo lo que dice.

—¿Y bien? ¿Crees que podamos hacerlo? —insisto.

—¿Podamos?

No tan buenos amigos (Historia de Redomia #2) (Disponible en fisico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora