Pensar en Scott me rompe el corazón, y sí. Me acuerdo perfectamente bien de la fecha. Un poco más y lloro, pero Kade es mi amigo sobre todas las cosas.
—Escúchame, Kade Hudson. Nada puede influir en tu felicidad, ¿entendido? Lo pasado, en el pasado se queda. Es solo una fecha.
Claro que no es una simple fecha, pero tampoco puedo decirle que un año después me sigue afectando igual al principio. Significa el comienzo de todo para mí. El inicio de una montaña rusa de risas, recuerdos bellos, miradas intensas, sonrisas tiernas, sollozos de tristeza bloqueados en la almohada, noches de desvelos, corazones rasgados y almas rotas.
Las lágrimas amenazan con salir. Para evitar eso, salgo del auto y me recuesto encima del capó. No me gusta que me vean llorar. Me siento demasiado expuesta. Estábamos bajo la sombra de un sauce por lo que la claridad no era una molestia. Kade hizo lo mismo y se recuesta a mi lado.
—Lo extrañas, ¿verdad? —pregunta con los ojos cerrados.
—No quiero hablar del tema.
Abre sus ojos y se gira hacia mí, apoyándose en el codo.
—Desde que ustedes rompieron, él no volvió a ser el mismo, Ruth. Se fue alejando poco a poco. Dejó de ir a los ensayos. En parte porque la mamá salió del hospital y tenía que atenderla, pero incluso el papá dijo que por las noches él lloraba por tu ausencia.
Escuchar eso, rompe mi corazón y trago en seco las emociones fuerte que me provoca saber eso. Kade y él eran muy unidos, y cuando yo llamaba a su casa, el papá se ponía muy alegre y decía «Scott, apúrate. Tu princesa llama». En el tiempo que estuvimos jamás le di ni siquiera un beso. El amor que le tenía estaba más allá de lo físico. Solamente su mirada expresaba más de lo que quería decir. Éramos dos adolescentes que no tenían nada que perder.
Uno había encontrado en el otro lo que le faltaba. Las canciones que cantábamos juntos por las noches en el umbral de mi casa llenaban el vacío y quitaban toda preocupación que hayamos tenido en el día. Siempre me sacaba una sonrisa cuando sacaba una B- en el instituto y me daba la fuerza que era necesaria para seguir adelante. Era un deleite escuchar su voz junto a la mía al compás de la melodía de la guitarra.
Kade decía que nunca lo había visto así en diez años de amistad que llevaban. Hasta donde sé, esos dos se pasaban la noche entera hablando sobre mí y de los planes que quería conmigo, pero a veces hacer planes a la larga, pueden terminar en el pozo del olvido.
Una vez recuerdo que tenía que entregar el trabajo final de Geografía General. Estaba muy atrasada y el informe era mucho más grande que una tesis de licenciatura universitaroa. Esa noche él me llamó preocupado que no le había timbrado desde hace dos días y tenía razón. Estaba tan inmersa en el trabajo que había perdido la noción del tiempo. Mientras escribía mi trabajo, él iba hablando por teléfono para mantenerme despierta.
Estaba muy agotada y necesitaba dormir. La fatiga estaba pasándome factura. En su voz al otro lado de la línea podía sentir que él estaba más cansado que yo. Había salido recientemente del estudio de grabar una canción. Me daba lástima, pero al mismo tiempo me consolaba un poco el saber que me apoyaba del otro lado de la línea. Siempre decía: No te duermas, por favor. No te duermas. Toma agua. ¿Tienes café cerca?
Gracias a Dios que las mujeres podemos hacer hasta tres cosas al mismo tiempo. Podía hablar con él y al mismo tiempo escribir. Terminé mi trabajo a las 4 de la mañana y a esa hora él colgó el teléfono.
Al día siguiente, con unas ojeras que me llegaban al mentón y los ojos hinchados por el poco tiempo de sueño que mi cuerpo tenía, la profesora me dijo que el trabajo estaba tan bueno que lo iba a subir a su perfil profesional para futuras investigaciones.
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Ojos Traicioneros
Teen FictionLa vida de Ruth es demasiado perfecta. Una familia muy unida y amigas que la apoyan. Parece el cuadro icónico que toda galería de arte quisiera exponer. Un día, su paz se quebró cuando Cupido envió al huracán que siempre arrasa con todo. Intentar en...