Capítulo 26 «El cumpleaños»

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—¡Felicidades, Ruth! —grita Casey saltando encima de mi cama.

Tenemos como tradición familiar, despertar a la medianoche al cumpleañero y rociarlo con perfume. Obviamente intentando que no le salpique en los ojos, Sophie la odia porque tuvo una mala experiencia siendo adolescente.

—Felicidades, mi amor. Mira, Henry. Nuestra bebé ya tiene 18 años.

—No tienes que decirlo, cariño. Ya lo noto —secunda papá y se sienta a mi lado—. Aquí tienes, Ruth

—Gracias, papá. —Le doy un beso en la mejilla y tomo la caja envuelta con un lazo violeta.

Logro abrirlo con trabajo. El nudo está un poco apretado. En su interior hay cosméticos como delineador, base en polvo y en crema, sombra para los ojos, crema para la piel y para el rostro. Todo era un conjunto de Mary Key, la mejor marca de cosméticos. Créanme que no existe una mejor que esta. Mis ojos se abrieron al ver aquello. No soy de cosméticos pero que ambos hicieran este esfuerzo hizo que las lágrimas se acumularan en mis ojos. Me cuelgo de su cuello y lo halo hacia mí.

—Gracias, papá.

—No hay de que, cariño. También tu mamá me ayudó. Ustedes las mujeres son muy raras en cuanto a maquillaje, y tú mucho más porque casi no usas.

—Gracias a ambos. No tenían que haberlo hecho —digo, rebosante de felicidad y les abrazo a ambos.

Mi hermana mayor entra en ese momento con otro regalo en sus manos y se sienta en la moqueta frente a mí.

—Feliz cumple, Ruth. Espero que te guste. Pasé un buen trabajo para comprarla y envolverla. Tienes un gusto muy raro.

—Gracias por el cumplido, Sophie. —le saco la lengua de forma juguetona y tomo el regalo.

Dentro de ella, bien doblada, hay una camiseta blanca con arabescos dorados y unos jeans tan azules que parecen negros. Junto a esto se encuentran unas sandalias doradas. Mis gustos son raros, pero esto sobrepasó mis expectativas.

—¿Lindo, cierto? Dime por favor que di en el clavo esta vez —ruega ella y yo apenas puedo gesticular palabra. Solo pude mirarla asombrada y maravillada—. Por tu cara parece que sí. Felicidades, hermanita. Te mereces eso y mucho más.

—Me ha encantado —le digo en susurros cuando me abraza.

—Para comprarlo en París busqué en muchos lugares, pero nada coincidía con tus gustos. Salí un día con Adam para recorrer la ciudad. Entramos a una pequeña tienda cerca de la Torre Eiffel y allí estaba todo el conjunto perfecto para ti. Este también es un regalo de su parte. Yo lo escogí y él lo pagó.

Adam es el novio de Sophie. Todo un parisino. Nació en los Estados Unidos, pero a los 5 años se mudó a París. Según las fotos que vi en el móvil de Sophie, es todo un fruto maduro listo para ser devorado. Según Sophie, era muy descarado, mujeriego e intentaba hacerse el rudo pero mi hermana tiene el orgullo tan alto que así logró conquistarlo y está colado por ella.E l pobre. No sabe dónde ha caído pero la gente tiene derecho a cambiar. Incluso dejó la bebida por ella. Se nota que el amor hace grandes cosas.

—Pues agradécele mucho de mi parte cuando te lo encuentres en dos días.

Solo había hablado dos veces con mis padres y ellos ya había caído rendidos ante Adam.

—Se lo diré. Tienes que ponértelo mañana ¿Promesa de meñique? —suplica Sophie mostrándome el meñique y yo uno el mío con el de ella—. Listo. No se te ocurra romperla.

—Sophie, ¿cuándo en la vida he roto una promesa?

—Ya lo sé. Por eso lo hice.

—Bueno, ¿ya es mi turno? —protesta Casey con las manitos a los lados de su cintura e intentando poner cara de persona enfurecida entrecerrando las cejas. Todos la miramos sonriendo y asentimos la cabeza—. Cierra los ojos Ruth y extiende las manos. —Hago lo mismo que hice hace unos meses con Kade en el garaje—. Cierra los dos que eso es hacer trampa. —Sonrío y cierro los ojos por completo—. Ya los puedes abrir.

Abrí mis ojos y delante de mí había un cuadro casi del tamaño de mi brazo en largo y ancho con el marco dorado. Es una foto de la familia y Casey está en el medio. Fue cuando fuimos de acampada en estas vacaciones que pasaron. Al final termine colándome con ella.

—¿Te gusta? Mamá me ayudó a buscar la foto y papá a comprar el cuadro. —Mi vista comienza a nublarse y el nudo en la garganta a penas me deja gesticular palabra—. ¿No te gustó? Mamá, te dije que debíamos haber escogido otra.

Dejo el cuadro a mi lado y abrazo a mi hermanita menor con fuerza. Estaba a punto de llorar creyendo que me había decepcionado.

—No, mi amor. Me ha encantado. Gracias, Casey. Es el mejor regalo que he recibido hoy.

—¿De verdad? —Las lágrimas empiezan a salir de sus ojos. Me separo y seco su rostro con mis dedos.

—No llores, pequeña. Estoy muy contenta. —Todos nos fundimos en un abrazo. Tengo a la mejor familia de este planeta.

En la mañana me preparo para ir al instituto. Mamá me prepara el desayuno. Sophie sigue durmiendo. Llegó el día anterior a las 10 de la noche y 15 horas de viaje en vuelo no son nada cómodas que digamos. Papá está sacando el coche para llevar a Casey al instituto.

—Buenos días, cariño. ¿Qué prefieres? ¿Pancakes con jugo de manzana o leche y pan con mantequilla?

—La segunda opción es mejor.

Ya tengo 18 años. Un número más y me siento igualita. El timbre de la casa se escucha.

—¿Esperas a alguien, mamá? —pregunto. pero ella niega con la cabeza—. Es temprano. ¿Quién será?

—Yo abriré la puerta.

—Yo voy. Mejor termina el desayuno. Leyla debe de llegar pronto.

Me asombro cuando abro la puerta. Max está parado en el umbral de mi casa, listo para salir al trabajo. Al terminar la universidad se graduó de contabilidad y finanzas y el mejor trabajo que pudo conseguir fue en el banco del pueblo como cajero.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Pasé por aquí para darte esto. —Extiende sus manos hacia mí y me entrega una caja un poco más grande que la palma de mi mano—. Feliz cumpleaños, Ruth.

—Nunca te dije cuando era mi cumpleaños —murmuro y abro la caja con dudas.

En su interior hay un par de pendientes en forma de cruz pequeños y un perfume muy caro. De él nunca me lo hubiera esperado. Nuestra amistad no es tan cercana como para eso.

—Mi madre llamó ayer y Kara se lo dijo. Sé que eres muy curiosa y sencilla, por eso me costó un poco de trabajo encontrarlo. Espero que te haya gustado.

Voy a hablar, pero ya está de camino a su auto.

—¿Quién era, cariño? —pregunta mi madre acercándose. Mira al exterior, pero de Max solo queda el polvo que levantó su auto.

—¿Qué? —pregunto, aún confundida, hacia mi madre.


Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora