Capítulo 38 «La canción»

4 1 0
                                    

A la mañana siguiente regresamos a la ciudad. En el camino, Max compró un enorme príncipe negro. Sabe que es mi flor favorita. Al llegar a casa, sus padres estaban ahí, posiblemente esperándolo.

El asombro de todos fue grande cuando nos ven llegar tomados de la mano. Emily, Tom y mi padre nos felicitaron, pero la cara de decepción de mamá no hubo manera de quitársela. Sé que a ella no le gusta, pero necesito a Max para olvidarme de Scott. Además, no debería de ser tan malo.

Unas semanas después salgo de viaje con mis suegros y mi novio. Querían llevarme al lugar donde él había nacido y criado. Ahí conozco a sus dos hermanas. Una de ellas es jimagua con él. Es posible que solo sean ideas mías, pero ella me come y no me traga. Creo que no le caí bien. La mayor es más agradable. Tiene dos niños pequeños y una semana después de conocerme ya me dicen tía.

En esos días se supone que mamá debe llamarme para decirme si conseguí entrar a una de las universidades a las que apliqué. Aquí no tengo acceso a mi correo. La señal es pésima.

Donde vivimos no hay mucho que hacer, así que la gran mayoría de las carreras son fuera de la ciudad y eso no me molestó, hasta el momento en que tuve novio. Yo he vivido más de 15 años en ese pueblo y me va a ser difícil separarme de mi familia. Más ahora que tengo a Max.

Ruth, puedes quedarte tranquila. —La angustia en mis ojos es notable y Max lo sabe—. Estoy aquí para apoyarte.

—¿Mamá? Es Ruth —hablo, con manos temblorosas. Max entrelaza sus manos con las mías para darme apoyo—. Estoy bien. Todos te mandan saludos. ¿Papá y Casey están bien? —Mi garganta se va cerrando poco a poco—. ¿Fuiste al instituto para...? —las palabras se quedan atoradas en mi garganta cuando ella me da la noticia—. Está bien, mamá. Mañana te llamo.

—¿Qué dijo Kara? ¿Te quedas en la ciudad? —pregunta Max, una vez que termino la llamada.

Sus ojos buscan una respuesta positiva, pero las lágrimas que salen de mis ojos confirman nuestro mayor miedo. Me atrae hacia su pecho y me abraza con fuerza.

—Pase lo que pase, yo te apoyaré y esperaré hasta que termines. —Me separo de él con lentitud

—¿De verdad? —pregunto, con voz quebrada, y sus ojos color café me miran con ternura.

—Claro que sí.

Los días se hacen largos después de oír que estaríamos a 10 horas en auto uno del otro. En bus es casi un día entero de viaje, así que aprovecho todo el tiempo que puedo a su lado. Todo va bien, hasta que ese 10 de junio recibo una llamada de quien menos esperaba.

—Regreso en seguida. —Me levanto confundida de la cama donde estamos platicando, y entro al baño—. Dime, Scott.

Princesa, ¿estás sola? —su voz no está igual que siempre.

—Estoy ahora mismo con mi novio. ¿Qué quieres? —pregunto, tajante.

Intento mantenerme fuerte, pero solo escuchar su voz hace que hasta mi cerebro deje de funcionar correctamente.

Necesito que busques un lugar para hablar sin que te molesten.

—Estoy en el baño. Puedes hablar sin problemas.

Está bien. Dame un segundo. —Al otro lado de la línea escucho como arrastra una banqueta.

Hace un tiempo me armé de valor y llamé a casa de Scott. Hablé cómodamente con sus padres. Estaban muy contentos y nos pusimos al corriente en una plática amena. Me contaron que Scott se internó en un colegio que no estaba muy lejos de la que sería mi universidad. Solo estábamos alejados a 4 horas de camino en bus. Quería superarse en la batería y así terminar los años de atraso que tenía.

Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora