Capítulo 15 «En el bosque»

2 1 0
                                    

Una vez cambiada y con los zapatos de correr, agarro el móvil, los auriculares y salgo de casa. El área ya es conocida así que es imposible perderme. Corro sin parar hasta encontrarme un sendero por el que nunca había pasado. No recordaba haberlo visto pero decidí pasar por ahí. Yo y mi oportuna curiosidad.

Lo árboles son muchos más altos, frondosos y con un mayor follaje. El sonido de los pájaros se escucha suavemente mientras más me adentro en el curioso sendero. Conozco esto como la palma de mi mano, pero jamás he visto este lado del bosque.

Troto por un buen tiempo hasta que frente a mí aparece un paraje inmenso cubierto de coloridas flores. La gran mayoría son príncipes negros, rosas blancas y margaritas. Todas ellas atravesadas por un arroyo caudaloso. Dos caballos comen pacientemente en la orilla. Me acerco lo suficiente para observar más de cerca. Uno es completamente negro, y el otro color bronce y sus patas traseras blancas.

—Hermosos, ¿verdad? —se escucha una voz saliendo del bosque. Yo me asusto porque no veo de donde sale hasta que se dio a conocer.

Es un chico no mayor de 23 años, tez clara y ojos color café, acompañado de dos hermosos perros. Un labrador blanco y un pastor alemán con su lomo negro y patas color oro viejo. Aquellos animales inmensos dan miedo.

—Kara, Zalim, arriba— diciendo eso, los dos animales se lanzaron a correr en mi dirección.

«Mierda. Tengo que salir de aquí», pienso, pero no puedo mover ni un solo músculo. Me quedo paralizada y sin moverme. ¡Qué bonito! Meterme en un lugar donde jamás he ido y para colmo terminar mordida por perros.

Cubro mi cabeza esperando lo peor cuando aquellas bestias caen sobre mí. Para mi sorpresa, siento sus lenguas babosas sobre mis brazos y cara. Dejo escapar el aire que no sabía que contenía. El joven se acerca a mí con una sonrisa ladina.

—¿Creíste que los mandé a morderte? Eso sería una falta de caballerosidad de mi parte con una chica tan hermosa.

Extiende su mano y me levanta de la hierba. Los canes comenzaron a rodearme. Tengo tanta ira y miedo acumulado que mi reacción fue darle una patada en la pierna. Los perros sacan a relucir sus dientes ante mi reacción.

—La próxima vez, trata de que no sea yo. A nadie le gusta que le asusten de esa manera. Sería una falta de caballerosidad.

Escucho como maldice a mi espalda cuando doy la vuelta y camino rumbo al sendero por el que vine con paso fuerte.

Regreso a casa como alma que lleva el diablo. Gruño por lo bajo cuando las agujas del reloj de la cocina apuntan las cinco de la tarde. Mis padres ya deben estar rumbo a la casa con Casey. Llegué justo a tiempo para darme un baño y adelantar algo de la cena. Mientras rebusco en el refrigerador, se escucha el auto de papá entrando en el garaje. Al rato entra mamá con varias bolsas de compras en las manos

—Ruth —se escucha la voz de Casey entrando por la puerta de la cocina.

Tiene su vestido color rosa, los zapatos que papá le había comprado y unos pequeños lazos en la cabeza formándole dos coletas.

—¿Cómo la pasaste? —Me agacho hasta su altura.

—La pasé súper. Mamá y papá estuvieron conmigo en todos los juegos y mira. —Extiende un peluche hacia mí—. Me compraron un nuevo oso rosa.

—¡Que bien, mi amor! ¿No me trajiste nada? — Niega con la cabeza arrepentida y sonrío—. No importa. Será para la próxima. —Luego de un sonoro beso de su parte, sube las escaleras, contenta—. Hola, mamá ¿Cómo la pasaron con la pólvora de Casey en el parque?

—Sin comentarios —responde, colocando los víveres en la alacena—. No hagas cena. Tu padre mandó a comprar pizza para esta noche. ¿Te gusta la idea?

—Nunca está de más. —La idea ES música para mis oídos y mi boca se hizo agua de solo pensar en el bacon crujiente.

—Ya sabía yo —comenta mi padre entrando por la puerta de la cocina—. No hay mejor fin de semana en familia que no sea comiendo pizza y espaguetis

—Eres el mejor padre del mundo, ¿sabías? —aclaro, colocando los codos en la mesa y apoyando el mentón en mis manos.

—Al parecer alguien se va a mudar a la casa que está al lado —añade papá. sentándose en una silla de la mesa.

—¿La casa que está casi en ruinas? Imposible.

—Cuando pasamos en la mañana, la estaban remodelando —explica mamá mientras guarda las cosas en el refrigerador—. Creo que hasta había un camión de mudanza

—Bienvenido sean. Espero que puedan dormir. Ese lugar da miedo. —Hago una mueca de terror que hace a mis padres reír.

—Tu como siempre, hermanita, buscándole el pero a todo —dice una cuarta voz.

—Y llegó la que faltaba —comento, con sorna.

—Ruth, si tu hermana vuelve a pedirme que la lleve a la ciudad, por favor, ponme una pistola en la cabeza y mátame. Eso sería mejor —duplica Kade sentándose en la silla cerca de mí con la lengua afuera.

—¿Por qué? ¿Qué pasó? ¿ Sophie, qué le hiciste para que esté en ese estado de cansancio?

—No pasó nada. Solo utilicé para ayudarme a escoger ropa y accesorios. Definitivamente sus gustos no encajan con los míos —explica sacando a relucir su sonrisa malvada.

—Kade, querido, ¿no se suponía que tú ibas a salir por inspiración y era solo dejarla en el súper? —inquiero, con ironía.

—Ruth, ya sé que la manipulación tuya viene en los genes de la familia. Yo iba a dejar a tu hermana e irme, pero es igualita a ti. Con ojos llorones y boca de bebé triste me pidió que la ayudara. Solo serían 3 minutos. Para cuando me di cuenta, los 3 minutos se volvieron 3 horas —relata mi amigo, casi sin fuerzas, Sophie le había sacado todo el ímpetu con el que se había levantado esta mañana.

—Esa parte tenía que advertírtela yo ayer en la noche —añade mi papá recostado a la meseta—. Sophie salió a su madre. Si la dejas, te atrapa en sus quehaceres y al final del día todo lo que te planificaste se va al traste.

La mirada de reprimenda de mi madre hace que papá sonría de soslayo como niño que hizo una travesura.

—¿Alguien quiere pizza? —pregunta él de repente y yo suelto una carcajada. Mi madre solo niega con la cabeza y una media sonrisa aparece en sus labios.


Ojos TraicionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora