He pasado toda la semana alejada por completo del campus de entrenamientos. No necesito otro altercado.
—Al fin es viernes.
—Como cualquier otro día, Cami —replica Leyla en la fila de la cafetería.
—No. Esta vez es diferente —insiste Camille, muy emocionada.
—¿Y eso por qué? —pregunto y nos sentamos en la misma mesa de siempre.
—Queridos estudiantes —la voz de la directora Williams interrumpe la conversación—. Se les solicita a todos que vayan directamente a sus aulas de clases. No les tomará más de 5 minutos.
El murmullo de decepción se empieza a elevar en la cafetería del instituto.
—Pero no es justo. Llevamos una semana sin descanso —se oye la voz de uno de los muchachos del equipo de fútbol del instituto.
—Por favor, estudiantes. Solo serán 5 minutos. Tengo una idea. Perdóname, John, por lo que voy a decir. La cuenta de la cafetería la cubrirá el instituto solamente hoy. —El silencio fue instantáneo pero los gritos y silbidos que le siguieron fueron muy altos—. No estoy ahí pero sus gritos se escuchan en mi oficina. Ahora, necesito a todos los estudiantes en sus aulas. Tengan un buen fin de semana.
Diciendo esas palabras todos los estudiantes se conglomeran rumbo a la puerta. Las chicas y yo decidimos esperar a que todos salieran.
—¿Qué pasó ahora? —protesta Leyla, echando en la basura su sándwich a medio comer y su Coca Cola.
—No tengo idea. Si nos sacaron de nuestro receso debe ser algo importante. Llevamos casi una semana agitados y todos los que estamos aquí necesitamos un respiro. Estoy emocionada. La semana que viene comienza el campeonato recalca Camille, mientras caminamos al aula del profesor Carrol.
—Chicas, no les quiero aguar el día, pero después de la semana del campeonato tenemos las finales —comento yo alumbrando el bombillo.
Estábamos tan inmersas en el campeonato que se nos habían pasado los exámenes finales. Camille gime por lo bajo y Leyla suspira derrotada.
—Dios mío. Ya lo había olvidado. Yo espero que tengan compasión y misericordia con todos los estudiantes que estábamos trabajando por lo del campeonato. Ha sido una semana ardua y en verdad estoy agotada. Llego a mi casa y solo veo comida y cama —insiste Leyla.
—Ya somos dos, compañera —secunda Camille, entrando al aula y vamos a nuestros puestos regulares. Detrás de nosotros, entra el profesor Carrol.
—Buenos días, estudiantes. Esto solo tomará de 3 a 5 minutos. —Se sienta en la esquina del buró—. En mis manos tengo una lista. Los estudiantes que voy a ir nombrando se irán poniendo de pie, por favor.
—¿Y ahora qué? —pregunta Camille, confundida. Yo y Leyla nos encogimos de hombros. El profesor fue nombrando varios estudiantes.
—Leyla Wesley, Camile Swann y Ruth Esther González —Escuchando nuestros nombres nos ponemos en pie—. Como pueden observar algunos los estudiantes de esta aula están en pie. De 40 hay solo 18 en esta lista. Esa minoría es la que ha trabajado arduamente en esta semana. La noticia que tengo es que todos los mencionados en esta lista, están convalidados a los exámenes finales. —El silencio en el local descendió, dando paso a un asombrado profesor—. Ustedes sí que son extraños. Les digo que tienen que entregar un informe y ponen este lugar que parece un gallinero, y cuando les digo que están convalidados se quedan mudos. ¿Les comió la lengua el gato o qué?
Mi garganta escuece cuando grito de felicidad. A nuestros oídos llegan la algarabía de otros.
—No me lo puedo creer. ¡Sin estudiar a las finales! —grita Camile y nos abrazamos entre las tres.
—Bueno, bueno —interviene el profesor y sonríe—. Chicos, hagan silencio, por favor.
Los gritos en el pasillo deben atravesar el instituto. El profesor tuvo que cerrar la puerta.
—Les voy a explicar la razón de esta decisión. Los profesores y la directora tuvimos una reunión y todos estuvimos de acuerdo en darles esta oportunidad. Nos dimos cuenta que los estudiantes habían puesto mucho esmero en este campeonato y que no era justo que a la semana siguiente empezaran los exámenes. Tomamos esta decisión y para los curiosos, corrimos los exámenes finales una semana más atrás para que tengan tiempo de estudiar. Así que tengan un buen fin de semana y ya pueden ir a entregar los libros del semestre en el almacén.
—Chicas, espérenme en el parqueo. Voy enseguida. —Estando el aula vacía, me acerqué al profesor—. Tío Keith
—Dime, querida —contesta con cariño.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—En teoría ya me la hiciste. —Mis labios se curvan en una sonrisa.
—¿Cuándo sabes que dejaste de amar a alguien?
Mi tío me observa con detenimiento y se acomoda en la esquina de su buró.
—Esa es una pregunta difícil. A una persona jamás se le deja de amar, haya hecho bien o mal en tu vida. Porque por un recuerdo grato o no, siempre lo vas a tener presente. Solo te digo una cosa. Las heridas, a pesar de dejar cicatrices, se curan. Pero te toca a ti saber si aprovechas la lección de esa herida o no. Un consejo para toda la vida. Un clavo no saca a otro clavo. Deja que el tiempo decida y que tu corazón sane. Cuando hayas dejado el pasado atrás puedes concentrarte en el presente. Nunca pienses en el futuro porque este puede ser cambiante. Pero eso depende de ti.
Tatúo sus palabras en mi cabeza. Mi tío es directo, pero siempre te dice lo que necesitas oír.
—Gracias. —Me envuelve en un cálido abrazo que me sabe a gloria.
—No hay de qué, mi amor. Para eso está la familia.
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Ojos Traicioneros
Teen FictionLa vida de Ruth es demasiado perfecta. Una familia muy unida y amigas que la apoyan. Parece el cuadro icónico que toda galería de arte quisiera exponer. Un día, su paz se quebró cuando Cupido envió al huracán que siempre arrasa con todo. Intentar en...